sábado, 29 de agosto de 2009

HAPPY BIRTHDAY TO YOU!


Lloren chicos lloren, este blog cumple un año. Fue el viernes 28 de agosto, pero se los festejo hoy.

Eternamente gracias, a todos los que de una forma u otra, ayudaron a que esta criatura empiece a mostrar sus primeros colmillos.

Ojalá sean muchos más, los años, las entradas (no en términos de calvicie) y los colmillos.

Como expresé anteriormente, estoy en una crisis de inventiva letal que eclipsa cualquier encadenamiento sintáctico que amerite -por parte del lector- un leve movimiento del sitema motriz, pero eso no significa que deje de lado esta fecha.

Gracias por permitir expresar mi verborragia y aquellas sensaciones empastadas que rebotan en el flipper de la conciencia. Y este gracias comprende tanto a los seres que suelen leer, como aquellos que facilitaron los espasmos simpáticos y puntuales que motivaron a sentar mi culo frente a un monitor para vomitar lo mejor y lo peor de mí.

Voy a seguir flotando en la atmósfera porque aún no creo que sea el momento de aterrizar.

Algunos lo llaman inmadurez, y otros "una leve tendencia esquizoide a evadir problemas cotidianos y crisis existenciales". A mi me gusta decirle "blog".

Y por cierto, Feimann, yo no soy un pelotudo.

Thanks for all!

El autor.

lunes, 24 de agosto de 2009

EL CUENTO DE MI VIDA

Andrés Caicedo es sin dudas el Kurt Cobain de la literatura latinoamericana. Y “El cuento de mi vida” es la función privada de su vida, editada post mortem del autor. Redactada en primera persona, la obra delata sin filtro las procesiones internas del escritor que atormentaban y motivaban la psiquis del cineasta colombiano.

Caicedo nació en Cali el 29 de septiembre de 1951 y se suicidó el 4 de marzo de 1977, dejó un cadáver joven y algunas secciones estampadas en sus cuadernos personales, que junto a dos cartas privadas –uno a su novia y otra a un amigo- fueron publicadas en esta edición, que agrupa –además- fotos privadas de Andrés.

Denominado por algunos críticos como el creador de la literatura urbana de su país, los escritos de Caicedo exteriorizan la combustión de sentimientos, estados, y sensaciones que recorren distintas etapas de su vida en diferentes instancias y contextos, ya sea en su viaje a Los Ángeles para vender el guión de un largometraje, como así también, sus días en la quinta que su familia tenía en la ciudad de Cauca, mas precisamente en Silvia.

Da la impresión que tras leer “El cuento de mi vida” el que escribe no es Andrés, si no su conciencia junto a su cuerpo. Un escritor border, sin dudas, continuamente regido por las esferas de sus pulsiones. No en vano, Sandro Romero Rey –periodista y escritor colombiano- escribió en la contratapa de libro: “¿y esto cómo se lee?” cuando el texto le llegó a su correo.

El libro desnuda también esa incómoda existencia del orden de las cosas que Caicedo soportaba en días de extrema depresión y algunos análisis internos que el escritor solía realizar en determinadas lejanías geográficas a su entorno, como el extracto que habla de la relación con sus padres: “ahora no soy más un niño. Soy una cosa grande con la misma necesidad y peor debilidad. Pero ya no tendré más el cuidado de mi madre, ya una parte de mí, mi razón, mi cordura, se oponen a ella. Por eso es que me ataca esta nostalgia de un estado imposible: desear no haber crecido nunca y haberla seguido viendo sólo como la persona que me cuidaba y me daba la única compañía que me servía”.

Sumergirse en el libro es entrar en el mundo de esa conciencia suicida y recorrer los bordes de alguien que parece estar en continuo coqueteo con la muerte, pero que además, escribe para contarlo. Un esteta de la transmisión de los presentes que presagian futuro de autodestrucción. De alguien que, en palabras del propio Caicedo, ha crecido “tan duro y tan malo y con tantas cucarachas en la cabeza”. Amén.

martes, 18 de agosto de 2009

ANARQUISTAS DEL AMOR (Última Parte)

Cuevas:

Estoy destrozado. Hace unos días, por la mañana, me levante sólo, un tanto apesadumbrado pero sin motivo alguno –hasta ese momento- aparente.

Para mi extrañeza, una carta –no suya- ocupaba el centro de la mesa ratona del living de mi casa. Por un momento especulé con que sea el ABL o cualquier otro impuesto. Pero para mi asombro, dentro del mismo encontré la siguiente afirmación:

“Me voy. Sé que no es la forma ni el momento correcto para hacerlo, pero hoy más que nunca necesito cambiar de aire y tener la posibilidad de vivir otra vida que no puedo vivir al lado tuyo. Espero que algún día puedas entenderme y quizás otro (en un futuro no muy lejano) perdonarme”. “Fui muy feliz a tu lado, pero debía hacerlo. De otra forma, no me lo hubiese perdonado nunca, ni en esta vida, ni en la que viene”

Hasta siempre, Angélica.

Se fue, Cuevas. Me dejó. No se por quién, por qué cosa o motivo. Sólo hay una certeza: La que era mi mujer se fue. A partir de ese instante, mi vida se ha vuelto un caos.

Le escribo por necesidad y porque el destino nos ha hermanado en la desgracia. Además para retractarme por mi tono elevado en estos intercambios epistolares y porque no, también, -aunque me duela- para darle la razón a sus razonamientos que en otro tiempo supe cuestionar.

Entiendo –hoy más que nunca- que es necesario y vital volver a replantear el punto de partida entre las relaciones de dos seres de sexos opuestos.

Alguna vez, el antropólogo francés Lévi-Strauss dijo que el encuentro de los sexos es el terreno en el que la naturaleza y la cultura se enfrentaron por primera vez y que eso fue el puntapié inicial para el origen de toda cultura sobre la faz de la tierra. Pues bien, no me sorprende que el mundo esté como esté. Las cosas se han hecho mal desde un principio e indefectiblemente ya es muy tarde para volver atrás.

Todo este tiempo en el que he permanecido anestesiado y flotando bajo las hoy miasmas del ecosistema conyugal, no me ha permitido ver con claridad lo que ha estado sobre el tapete del asunto.

Releyendo al sociólogo polaco Zygmun Bauman entendí que de todos los impulsos naturales del ser humano, el deseo sexual ha sido históricamente el más irrefutable, obvia y unívocamente social. Lo padecemos todos y casualmente todos necesitamos de otro para llegar al nirvana. El vértice que se nos escapa es que no todos estamos preparados para afrontar la condena que significa saber que la persona que anteriormente creías única, puede transformarse en el peor de tus enemigos, en el peor de tus verdugos y vas a tener que convivir con la idea de que esa otra mitad que te hacia completo, es la que hoy te condena.

En efecto, hoy no tengo más que rendirme al futuro que alguna vez supo vaticinar. Mi relación vivió fluctuando entre el mejor de los sueños y la peor de las pesadillas con el agregado que nunca podemos advertir cuando se trataba de una y cuando de otra.

Alguna vez, el Heidegger argentino, Ringo Bonavena, dijo que la experiencia era el peine que te da la vida cuando te quedabas calvo. Hoy, la frase reflota con más vitalidad que nunca. Como sostuvo el filósofo alemán, las cosas se nos revelan a la conciencia solamente a través de la frustración que generan cuando las mismas se comportan arruinando lo que se creía que rozaba la perfección.

Angélica y su ex, no han hecho nada inusual, Cuevas, sólo que nosotros las amábamos de una manera tan especial que llegamos a colocar la relación en el escalafón más alto de nuestras prioridades y la satisfacción que esperábamos de las que creíamos nuestras medias naranjas, fue inversamente proporcional al sufrimiento que en la actualidad debemos padecer.

El sexólogo alemán Volkmar Sigusch supo decir que todas las expresiones y metamorfosis de relaciones íntimas en pleno auge llevan consigo la misma máscara de felicidad que en otro tiempo llevó el amor marital y luego el amor libre; y que en cuanto nos acercamos a ella y empezamos a quitar esa máscara, nos encontramos con anhelos insatisfechos, nervios destrozados, amores desengañados, heridas, miedos, soledad, hipocresía, egoísmo y repetición compulsiva. A partir de hoy, yo soy uno más del club.

Quedo a la espera de un guiño de ojo de su parte frente a este presente destructivo y con la expectativa de conformar el ejército nacional de anarquistas del amor, en pos de revindicar aquellos corazones víctimas del parricidio amoroso de mujeres despechadas y sentimentalmente intermitentes. Para que duela menos, cada día más.

A su entera disposición, Watson.

Nota: Creo que es el mejor de los momentos para reafirmar lo que Marx dijo hace mucho tiempo: “la historia se repite dos veces, primero como tragedia y luego como parodia”.

Hasta acá llegó mi amor.

martes, 11 de agosto de 2009

ANARQUISTAS DEL AMOR (9° Parte)


Estimado Watson:

El mundo quiere guerras. Luego de una interminable lista de fracasos amorosos caí en la cuenta de que implícitamente, el amor es la mejor excusa que busca un hombre para emborracharse con el whisky más caro.

También entendí que pretender convencerlo sobre mi postura trágica de eso que llaman amor, aparte de un acto de estupidez, es una herejía digna de hoguera. No soy quien para meterme en la vida ajena y mucho menos indicarle cómo debe pensar. Detesto los fascismos y la unilateralidad de los puntos de vista, así que no pienso continuar una discusión de tintes interminables y totalitarista. Me retiro de la misma.

Prefiero quedarme en mi soledad, con un libro en casa, con un Martini, con mis discos de jazz, con el Mauser en el cajón y sólo salir a respirar las mugres de esta sociedad para satisfacer los bajos instintos.

Llámeme anarquista, budista, talibán, misantropito, blasfemito, políticamente incorrecto, genio o loco, lo que quiera. Si hay algo que aprendí es que somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros y que exigirle fidelidad a alguien es coartar su libertad. Y nadie es digno de eso.

Me quedo con los momentos selectos que supe vivir, con las confirmaciones esporádicas de amor, que sólo pueden ser catalogadas así, si son efímeras, porque el amor para siempre no existe. Es causa y es efecto.

Nada es lo que parece, somos almas destrozadas, ocultas tras un infartante escote y una camisa de marca. Mutilados. Desengañados. Hechos un asco. Todos los orgasmos que recogemos forman parte de un cúmulo de vivencias pasajeras y estúpidas para justificar nuestro paso por la tierra bajo un encadenamiento de sucesos viriles y amorfos de emociones sin sentido alguno, más que saciar el instinto animal que todos llevamos dentro.

El amor esta bastardeado, devaluado. El odio es el euro de estos tiempos. La industria armamentista crece a escalas insospechadas. Siempre fue así, pero los ilusos (entre los cuales alguna vez milité) hacen un esfuerzo sobrehumano para que la miseria no se note. Es notable el trabajo que realizan, sólo que la mierda humana es tan grande que nunca alcanzan las acciones que se levanten para taparla.

No obstante, les deseo lo mejor. Ojalá el desengaño los madrugue pasado los 80 años de vida, ojalá se vayan a sus tumbas sin haber conocido la verdad. A veces, conocer y razonar no es tan bueno.

Empiezo a creer que el amor incondicional, el verdadero amor (si es que existe) es aquel que propagan las madres y que es tan fuerte porque en cierta forma es una extensión del egoísmo, de saber que ese hijo que crías estuvo dentro tuyo, que te pertenece de verdad, naturalmente.

Todo lo demás nos es ajeno, la mujer que duerme a nuestro lado, nuestra amante, nuestro perro, la rubia que cruzas cada vez que vas al trabajo, el ejecutivo que nunca te invita a salir, son meras masturbaciones mentales de eyaculación precoz.

Confirmado Watson, por primera vez en este intercambio epistolar le voy a dar la razón, soy anarquista.

No reniego por ello, es la suerte que me tocó. Aquellos que caminan de la mano de sus novias, -entre los cuales estará usted-, seguramente son más felices que yo. No los juzgo. Sólo que los veo como a esos niños que juegan en las plazas, que se ríen en los velorios, que gritan en los hospitales desconociendo el mundo ajeno: siendo cómplices casuales del entorno y futuras víctimas del sistema. Están felices porque todavía no les llegó el tiempo.

Es libre Watson, yo soy libre, su mujer es libre, mi ex es libre, el tipo que se acostó con ella también lo es. El problema es que cada relación deja a cuestas una carga en la conciencia que es muy difícil de sobrellevar y que curiosamente por naturaleza humana -o lo que sea-, nadie quiere alivianar; ni siquiera aquellos que impunemente la dejaron. No obstante, la vida es cíclica, nosotros también hemos dejado el mismo peso sobre otras espaldas, y casualmente, cuando el tiempo o la persona nos demandan pagar por los destrozos ocasionados, sigilosamente agachamos la cabeza y miramos para otro lado.

Basta ya de filosofía, que bastante tengo con la mía.

Lo dejo en paz. Atentamente, “Beto” Cuevas.

Nota: Ahora que lo pienso mejor, este Nietzsche no estaba del todo loco.

Nota 1: Saludos a su mujer.

miércoles, 5 de agosto de 2009

ANARQUISTAS DEL AMOR (8° Parte)

Cuevas:

Me hartó. Nunca en mi vida he sido testigo de tamaña victimización. Hasta el más ignorante de todos mis alumnos se daría cuenta que proseguir en esa postura, es ya – a esta altura- un esfuerzo sobreactuado que bien debe debilitar su psiquis. Hay una primer cosa que debería saber: el amor jamás le va a pedir perdón.

Por otra parte, la victimización rara vez humaniza a sus victimas. Es decir, que usted no porta, ni puede ostentar autoridad moral para decirle a alguien como vivir sentimientos inexplicables.

Permítame correrme por un momento de la filosofía, para adentrarme en lo que la etnóloga Antonina Zhelazkova supo decir alguna vez: “es usual que una víctima se convierta en un carnicero”.

Al igual que ella, yo no pretendo que las personas puedan reprimir el instinto asesino después de haber sido perjudicados por una determinada situación, pero tampoco creo que por eso, tenga usted que sembrar el terrorismo sentimental. Entiendo si, que deba olvidar su pasado, transportar su humillación, alivianar su dolor y todo lo que quiera, pero hacerlo a cualquier precio, es algo para lo que no logro encontrar justificación alguna.

El ser humano tiende a interpretar los desencadenamientos del mundo de acuerdo a sus experiencias y en este punto tanto usted como yo, somos inimputables. Ahora bien, plantear las relaciones sentimentales entre dos seres humanos como un juego de supervivencia, es un tanto fascista. Con ese criterio, hemos retrocedido a la etapa del darwinismo social y esto es un mero juego en el que triunfan los más aptos. Pues no, la clemencia, la comprensión, la confianza y la compasión también existen y valga la redundancia, son armas y elementos que están dentro del juego con un fin determinado.

Reconstruya su vida Cuevas, es justo y necesario. Dese cien veces más, la cabeza contra la pared, sangre, llore y vuelva a levantarse. De otro modo: ¿para qué vive? He dicho, hasta acá tolero su farsa. No voy a incurrir en ningún otro tipo de agravios, y al mismo tiempo, no voy a permitir que me los propicien. Termine con su autoengaño. Le fue mal y punto. Asista a un psicólogo si quiere pero deje de despotricar contra la primavera y el bienestar amoroso de los demás. No es quien, no tiene autoridad, ni detenta ningún permiso celestial para hacerlo.

Al igual que Knud Lögstrup creo que usted “tiene una opinión demasiado elevada de si mismo para soportar la idea de que ha actuado erróneamente”. En efecto, todas aquellas acciones que usted emprende no tienen otro objetivo que desviar la atención de su propio error para centrarlo en lo desdichosa que ha sido su vida sentimental y lo injusto que es el amor con su persona y así, poder justificar cualquier tipo de aberración contra el sexo opuesto a quien busca despiadadamente culpar de sus padecimientos y tribulaciones.

Para usted siempre es el otro el que ocupa el papel protagónico de este melodrama. Abra los ojos Cuevas, la vida es una sola.

Hay una segunda cosa que debe saber: no es el dueño de la verdad. Usted sólo opina que las cosas son así, pero ese opinar es sólo una porción –distorsionada por cierto- de la realidad. Hay personas -que no puede negar o pasar por alto como si fueran fantasmas- que no comparten su tétrica visión y que por ende prefiere basar sus actitudes en valores diferentes a los que usted maneja y cree que son superiores.

Además, si todos seguiríamos sus consejos, el mundo viviría aislado, en continuo estado bélico con sus pares, y eso Cuevas, atentaría contra lo que alguna vez, uno de sus filósofos preferidos vaticinó.

Sólo por si lo olvida y también -¿por qué? no- a modo de conclusión, fue el mismo Kant quien alguna vez dijo que nuestro planeta es esférico y por lo tanto, tal condición nos obliga como habitantes a vivir para siempre en la proximidad y compañía de otros. Por ende, mantener distancia entre las personas y querer ampliarla -como usted pregona- sería naturalmente imposible y contra las leyes de la naturaleza no se pude.

Atentamente, Watson.

Nota: Recuerde que nadie –por más excepcional y autosuficiente que se crea- puede vivir solo.

Q.E.P.D.

sábado, 1 de agosto de 2009

ANARQUISTAS DEL AMOR (7º Parte)


Watson:

¡Que perseverancia la suya! Acaban de alcanzarme una carta de su puño y letra que casi olvido leer (pensé que ya se le habían disipado las dudas) y que me dispongo a responder a la brevedad con el único objetivo de que esta batalla (perdida por usted y trámite para mi) finalice de una buena vez por todas, debido a que comienzo a aburrirme y preferiría aprovechar el tiempo en otras cuestiones de mayor jerarquía y urgencia.

Para mi grata sorpresa, vengo yo a enterarme que soy una especie de hijo o alumno, y que ahora, formo parte de un círculo de drogadependientes que se reúne tres veces por semana a unas doce cuadras de casa.

Por suerte, no consumo ningún tipo de Haloperidol que saque por mi, conclusión alguna de las cosas que leo. ¿Qué raro que su entorno cercano no notó estas mutaciones en sus comportamientos?

No obstante, me consuela saber el hecho de que le guste el humor y Groucho Marx, ya que me permite vaticinar que lo que usted deduce y escribe refieren a una facilidad explicita para generar guiones cómicos, que por cierto le sale muy bien y de lejos se nota que tiene usted para la comedia, lo que se dice “pasta”. Lo felicito. Ahora bien, sus definiciones de Hegel son ciertas, pero debe saber de antemano que el método dialéctico al que usted refiere ya fue hecho por mi hace demasiado tiempo atrás y usted no lo supo observar (en la primer carta que le escribí está clarísimo).

Por lo tanto, sigue usted sin aportarme nada nuevo, con lo cual, debería revisar su título de Profesor Catedrático de Filosofía o volver a las bases, enseñando la misma en cualquier escuela primaria de algún pueblito perdido del conurbano bonaerense. Además, su estado conyugal, (falso por cierto), no lo deja ver la otra mitad de las cosas y en consecuencia usted sólo segrega fundamentos y visiones a futuro que empalagan a cualquiera, porque las mismas tienen un sobrepeso considerable de dulzura y melosidad. En otras palabras: da asco.

Una vez dicho esto, sólo me detendré en un punto en particular que delata la ingenuidad que desde hace rato le vengo señalando. A las pruebas me remito: en su carta anterior, usted agradece su ética a Dios y me vislumbra de traje blanco y dando el “sí” en una iglesia católica. Pues bien, sepa de antemano que yo no creo en Dios y mucho menos en la iglesia y que citar a Karl Marx (como usted lo hizo) es un acto de notable contradicción del que hasta el más novato de los profesores se hubiera percatado.

En este sentido, sólo le voy a recordar que al igual que yo, Marx era ateo. Siguiendo esta misma línea, voy a trazar un paralelismo que me parece especial para la ocasión y que usted olvidó tener en cuenta.

El problema suyo es que su vanidad no lo deja ver. Es asombroso su parecido con Feuerbach, aquel discípulo hegeliano que creía que había superado a su maestro. Usted opone frases a frases, usted cree que sabe pero en realidad no sabe, sólo cree.Tengo una mala noticia para usted. Dios no existe y el amor perfecto tampoco. Pensar en la fidelidad eterna es generar en las personas lo que Marx llamó la falsa conciencia y el gran dilema suyo, fue que su conciencia se acostumbró a aceptar las creencias como si fueran razones, por ende, la misma es ideológica y distorsiona las cosas, otorgándole un sentido totalmente contrario al que en esencia tiene.

En conclusión, las relaciones a largo plazo tienden a ser catastróficas y oscuras. El amor es el opio de los pueblos, porque le promete al hombre un estado de perfección sentimental y racional que nunca se lo va a poder dar. Nos adormece bajo ese estúpido concepto primitivo que no podemos distinguir porque experimentamos la anestesia que difunden esas mariposas en la panza y la cursilería.

Razón y sentimiento nunca van de la mano, Watson. A una le gusta lo dulce y la otra es diabética. Son el agua y el aceite.

¿Sabe qué? Al igual que Marx, lo voy a definir como un hombre alienado, porque creo que responde a necesidades creadas por su mujer y no a las suyas en sí. Piense y repiense esto último, Watson, quizás algún día le caiga la ficha, antes de que sea demasiado tarde.
Que la lógica se le deshaga en la boca (o donde sea).

Saludos cordiales, “Beto” Cuevas.

Nota: Una psiquiatra especializada en el tratamiento de pacientes influenciados por drogas de diseño pasará por su casa en la tarde de hoy. Tenga la delicadeza de ser lo mas amable posible con ella, después de todo, esta ahí para ayudarlo a reponerse de su inocultable dependencia de los psicofármacos.

La caligrafía de su puño así lo delata, ha perdido el pulso y tuve que pedir ayuda para poder entender su letra.

No me lo agradezca, es lo menos que podía hacer por usted.