A 4.800 metros más cerca del cielo, las tormentas bolivianas generan en uno la sensación de que es carne de cañon en el medio del Coliseo Romano, esperando a un gladiador rival que es banca, la juega de local y que tarda en salir para que el ambiente te ponga nervioso. Muy turro.
Claro que después, el viento te tira el mate y todo -incluido ese estado- se va al carajo.
Potosí, enero 2010.
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