Qué lejos se ve todo desde acá arriba, Cristina, y que fácil es caer en esa verdad universal de que somos meros puntos en el universo. Hay pocos momentos en que las cosas de la vida no tienen grises y éste sí que es uno de ellos. Sólo hay dos sensaciones en las que se pueden militar a esta altura: o tenés vértigo, o te detenés a reflexionar -sin pensar en el tiempo- sobre las cosas que te atormentan.
Hay que decirlo: da miedo mover el pie y ser testigo de cómo las piedras que alguna vez fueron parte de una roca maciza, resbalan por la pendiente; o paralizar los movimientos y ser testigos de cómo el viento te grita al oído hasta aturdirte. Después de todo, la paradoja del asunto no radica en la inmensidad de estar por encima del resto o ser un par de corajudos que se animaron a subir, sino en que para los que están allá abajo, somos inversamente proporcional de insignificantes.
Una última que se me vino a la cabeza: el destino no es eso que tiene rigor de inmodificable, sino más bien, algo que nos excede. Algo que cuando todo este montón de tierra y viento lo decidan, va a jugar con nosotros, así como un gato lo hace con un ovillo de lana.
En fin, vos sabés, aquella verdad universal: meros puntos en el universo.
- Ay, Roberto que inspirado que te ponen las montañas.
- Como la puta que lo parió, Cristina, como la puta que lo parió.
2 comentarios:
Cuando te inspiras, escribís como la re puta que lo pario...
Acá esto lo tuyo, déjanos el mercado de pases a Guillermo y a mí...
un abrazo hermano...
Ay Roberto.. a veces cuando hablás me perdés el hilo!!
Vos viste qué gorda está Susana?! ya es una mujer grande.. no debería ponerse esa ropa!
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