martes, 26 de mayo de 2009

HACHE DOS O


Sobre la mesa quedó un vaso con agua hasta la mitad. Fue la mejor de las parodias que el capricho de los acontecimientos nos podía dejar al alcance de la mano. La paradoja de lo que nunca pudimos terminar, un vaso con agua hasta la mitad. Así de simple y de absurdo.

Vos me dijiste que no sabías y yo entendí todo. Yo te pregunté que harías vos en mi lugar y te juro que tendrías que haber estado enfrente tuyo para ver tu cara de situación.

La última cena fue la de los silencios. Cada tanto algún suspiro y a las perdidas, algún ruidito a celular, del mío, porque el tuyo supongo, debería estar en silencio. Nota al margen: otra paradoja: la del silencio, pero más superficial y tecnológica. Después ardimos y simulamos alguna mueca de sana parsimonia mental, similar a la que teníamos por agosto. Que alguien bendiga a agosto, porque yo en Dios no creo y en julio mucho menos.

Hay cosas de las cuales supuse que nunca me iba a poder deshacer, entre ellas, el viejo de la bolsa, todo lo que convive debajo de mi cama y tu sombra que más de una vez me hizo hablar sólo. Lo demás, supongo que puede ser acomodable conforme a las circunstancias, la sensación térmica y el abominable tiempo de descuento que nos hace soñar con la impronta de que en el último tiro, nos vamos a transformar en el más mejor de los apostadores dentro de la epopeya de dudosa reputación que nos ofrece nuestro futuro inmediato e imperfecto.

Jugala que es gratis. ¿Hiciste los deberes? ¿Rezaste antes de dormir? Amén.
Siempre me atormentó la idea de saber que el vaso de agua se pudiera terminar y hasta hay días donde esquivo el comedor para evitar ver lo que no quiero ver: que no tenga más agua.

Hoy llovía y lo confieso: no tenía muchas ganas de respirar. Repasé con sumo cuidado y sumo pontífice todas las cosas que alteraron el orden irrisorio de lo que nunca tendría que haber pasado o presente, y creeme que no había forma de reordenar con criterio alguno el amasijo de pensamientos y sucesos indigeribles, pero después –a la brevedad-, caí en la cuenta de que el orden de los factores no altera el producto, que a esta altura, supongo, es causa y efecto de mi imaginación ¿o de la tuya?

¿Dónde dejé los antidepresivos?

En todo eso pensaba cuando advertí que se me hacía tarde para llegar al lugar que tenía que llegar y en el cual, -casualmente-, no me esperaba nadie. Y fue ahí, en ese momento, que cerré la puerta y dejé las llaves adentro, sobre la misma mesa donde seguía el mismo vaso con agua hasta la mitad.

¿Y ahora qué hago, Juan Carlos?

Me olvide de preguntarte la pregunta del párrafo aparte:

¿Cómo anda tu amiguito, el baterista? ¿Y ese otro, el modelito de boxer que se resiste al paso del tiempo? ¡Contra la naturaleza no, eh!

La costa no fue hecha para noche de bodas y tus ojos siempre tuvieron la particularidad de mirar desde lejos. Lo peor de las ecuaciones es sacar el resultado.

¿Adivina qué?

Sin que hables lo entiendo igual.

¿Dónde escuché eso?

El Halopidol, Abrí la boca y subí la lengua

No soy yo, doctora. Es la acidez ¿o el ácido? Como sea, necesito un vaso de agua.

¿Te lo vas a terminar? ¿Así como así?

Es hora de levantarse querido.
Lo peor del gerundio es conjugarlo en singular

Basta, te dije.

¿De qué te reís?

Una última dejame hacer, antes de que te vayas, decime una cosa:

La vida… ¿para dónde queda?

Supongo que me quedé otra vez hablando
solo.

martes, 12 de mayo de 2009

FICCIONES


Apunte bien, don Jorge.

Y piense en el infinito Kafkiano...

domingo, 3 de mayo de 2009

LA ANDY WARHOL DE LAS EDITORIALES


Esteban Castroman, Lorena Iglesias e Ivan Moiseff son los creadores del engendro Clase Turista, una editorial dedicaba a procrear “libros objetos” con temáticas alternativas para esta época, o no tanto. “Manual de supervivencia para los días del gran desastre” es su última criatura, pero antes, hubo otras tan abominablemente sugestivas como estas, entre las que conviven breves antologías de poesía iraquí, otro libro de poesía africana contemporánea y “Ama de casa calentona secuestrada”, una recopilación de historias de sexo, dinero, violencia y fantasmas infantiles.
En fin, una editorial independiente que utiliza repasadores, copos de algodón, cartas bomba y pasto superficial para forrar sus libros. Nada de otro mundo.


Tenemos una visión pop de lo que pasa en el mundo


El objeto en cuestión tiene apliques de plástico verde que simulan ser pastos y yuyos, sobre la tapa una flor rosada resalta sobre el resto. “Llevate uno”, dice Iván, “estos son los beneficios de ser periodista”. Yo pongo la mejor cara de “no ser digno merecedor”, pero en un gesto de clara contradicción, abro el libro.

La editorial Clase Turista irrumpió a mediados del 2005 e hizo ruido, está ubicada en pleno Villa Crespo, a pocas cuadras del club Atlanta, hacia allá me dirijo. Promediando el lugar, desde un departamento de la calle Bondpland sale humo, no se está quemando nada, sólo es un mega televisor sintonizado en CNN.

Se abre la ventana del mismo y me saludan. Lorena baja a abrirme y mientras esperamos a que Iván y Esteban vengan con algo para tomar, ella reconoce el porque de este último libro, “el discurso del miedo esta instalado en todos lados, como que deja de ser algo muy metafórico para pasar a ser algo súper literal. Nos parecía muy interesante que mientras vos a ese discurso lo tenés en algún lado de tu cabeza, uno sigue viviendo como si tuviera toda la vida por delante, como si nada pasara. Uno no ordena su vida a disposición de un deseo y de lo que realmente tiene que hacer en la tierra. Digo ¿a que vine acá? ¿Vine a ser feliz? Cada uno tendrá su respuesta. Nos parecía interesante plantear es escenario así, súper urgente, el mundo se está por acabar, tenés 15 días para hacer lo que tenés que viniste a hacer, bueno hacelo. Es una invitación a plantearse para qué uno está vivo”.

La puerta se abre y de repente ya no estamos solos. Entre cervezas, agua mineral y Coca Cola aparecen Iván y Esteban, los otros responsables de Clase Turista. Se acercan al living, y la cosa se pluraliza aún más.

¿Cómo manejan el hecho de que siendo este su proyecto independiente, de repente, los medios hacen foco en él y empiezan a salir en los principales diarios y revistas del país?

L: Nosotros terminamos un proyecto y lo hacemos circular. Nos interesa que tenga una repercusión y es genial cuando así sucede, pero no tenemos una angustia de que eso vaya a pasar o no. A mi lo que me pasa, es que cuando nos pusimos a escribir este manual, sentía que cuando lo terminemos de escribir iba a ser una locura y es una locura que exista y que esté. Con el hecho ya de lograr terminar el libro y que esté en las librerías a mi me parece genial. Me da toda la satisfacción que necesita para encarar un proyecto.
Lo bueno es lograr decir algo que no está dicho. Y ya con el hecho de haber conseguido expresarlo y decirlo es una conquista genial.

E: Esta claro que los medios legitiman. No lo digo yo, Clarín dice qué. En un mundo mediático, la gente dice “lo dijo la tele y entonces es verdad”. Lo que no está mediatizado no existe. Nuestro objetivo principal es apuntar a reencontrar el valor del libro como objeto en un contexto donde todo tiende a la digitalización de las cosas. Tenerlo en la mano, leerlo, tirarlo contra la pared o lo que te provoque el contenido, pero el libro como un objeto que sea un mundo portátil. Lo demás es secundario.

¿Cómo nace Clase Turista y la modalidad de editar libros objetos?

I: La idea era tener un espacio donde reflejar lo que nos interesa, rebotarlo y expandirlo. Hoy por hoy, tenés que asumirte como productor cultural, no solo como escritor y editor y que me contrate alguien. Entonces era un poco, la manera de encontrar lo que uno quiere hacer, y a eso bancarlo uno. Vos sos el editor y no tenés ninguna restricción de ningún tipo.
Nosotros solo queríamos comunicar claramente lo que queríamos de la mejor manera posible y salió como resultado el libro objeto. Pero eso más que nada fue una caracterización de la prensa.
En nuestro caso la elección del tema tiene que ver con eso, con el interés un poco “pop” que tenemos con lo que pasa en el mundo.

L: Existe primero cierta dificultad para ver como entras en esa vorágine . Pero después ves que esta historia de tener los medios de producción vos mismo de lo que haces, te da un montón de beneficios, porque podes elegir desde el diseño de la tapa, hasta poder elegir un tema como el “Manual de supervivencia de para los días del gran desastre” que quizás es un delirio total. Como lo manejas vos, podes elegir todo lo que quieras, tenés total libertad al plantear eso.
Había posibilidades no explotadas que eran re ricas en el momento de transmitir cierto interés y un gancho hacia la lectura. Fue genial hacerlo, porque podes transmitir de una manera mucho más seductora el concepto del libro.

¿Cómo absorben cierta crítica de la prensa cuando les plantean que lo que producen atraviesa por el dilema entre ser obra o quedarse en un souvenir?

L: A mi no se si me toca manejar eso o si es más del lado del que compra un libro. Nosotros apostamos a la lectura y lo hacemos con algo que nos parece muy divertido, que sea atractivo y seductor. Supongo que hay un riesgo de que alguien diga “Ah mira que cosa linda”, como si fuera un florero. Pero me parece que así como son muy atractivos los libros desde la tapa, también lo son desde los textos. Me parece difícil que desde el primer gancho -que es que tenga pasto en la tapa-, inevitablemente vas a abrir para ver de qué se trata y cuando veas que es un manual de sobrevivencia para los días del gran desastre, poca sangre tenés que tener para no meterte

I: Con el tiempo las cosas se defienden solas. En un punto, uno hace todo el esfuerzo y después el destino es el destino, de cuánto valor tiene eso en el mercado, en la gente si se sigue interesando. Uno no puede definir eso, queda más en la vida que tiene un proyecto.

E: Uno no puede gobernar la interpretación de la gente o de los medios. Pero a mi, particularmente me divierte, porque estamos seguros de que el contenido no es un mero florero. Si dispara esa reflexión o ese riesgo, o lo bordea, creo que también a ese riesgo lo bordea esa cierta provocación, o cierto lugar divertido, que tiene el pop. El pop en definitiva es eso.

I: Yo creo que lo mejor que tiene la parte estética en si, es que funciona así, es que en definitiva podés poner en contacto a un tipo que vive un Irak con alguien que no lee mucho ¿Anda a comprarte una antología de poetas iraquíes? Mucho lo harán por el hecho de la tapa, pero después te encontrás con un tipo al que le volaron la cara a la hermana y eso te lo está diciendo, no está filtrado por una noticia
Es como los videos clips de Madonna, pueden ser pop, pueden ser frívolos en su cáscara, pero hay mucho de los 80 que habla más del racismo que había en Estados Unidos en ese momento, que un montón de artículos serios. O sea, hay una profundidad de la superficialidad.

L: Son intervenciones a lo simbólico y a lo cultural. Yo creo que hay cosas que “se disfrazan de” y que pareciera que por su tono de voz fueran como serias, profundas y están diciendo algo y en definitiva por ahí, no es más que un gesto y no están diciendo algo.

Ustedes caracterizan al lector en la actualidad como regido por la connotación del flash ¿La connotación se acerca a la sobrecarga de información y palabras que hay hoy en día y al abuso de los medios en ese sentido?

L: Tiene que ver con eso, del flash que recibís todo el tiempo y con algo un poco más activo por parte del sujeto, que es cierto placer por experimentar y viajar por tu cabeza, que es lo que te propone la literatura, como forma de elaboración subjetiva de eso que aparece como un hecho, como algo dado. Las personas hacen cosas con eso, la poesía, la literatura en general, es una forma manera de hacer algo con un sentido que te viene. Por eso para nosotros es vital. La definición de literatura que manejamos tiene que ver con eso. Con el placer y disfrutar. La lectura puede ser sexy y divertida también.

E: Por ahí la gente no se acerca a la literatura porque tiene una visión errónea, piensa es un lugar aburrido y sórdido.

¿Cómo es la puesta en escena de cada edición y que criterio utilizan para elegir los temas?

I: Los temas que elegimos para publicar tienen que ver con nuestros intereses y flashes. Nosotros somos gente que nos encanta leer, que nos encanta la literatura y que nos parece que es una buena forma de meterte en el mundo y en cosas que todo el tiempo están dando vueltas. En los medios, en películas, un montón de discursos distintos, se te acercan y se te proponen temas y como reelaborarlos o profundizarlos a través de la literatura.
En el caso de los poetas iraquíes nos pareció genial la jugada. Todo el tiempo estás viendo el conflicto o las atrocidades de la guerra en CNN, mira lo que te muestran, un tanque y un par de tipos en corbata. Nos pareció interesante ver que pasa con las personas ahí, con la sensibilidad, con el costado humano. No hay personas que sostengan un discurso en primera persona. Es decir de la experiencia, que diga “a mi me pasa eso”.
Lo fuerte en el libro de los poetas iraquíes es su punto de vista. Porque es un pibe que te está contando que sale a la calle y pasa algo. En Bagdad u otra ciudad. Eso es muy fuerte.

E: Cada versión era discutir. A veces hemos estado horas hablando de una página. Nos divertimos. Por más que tengamos diferentes visiones de lo mismo. Pero cuando encontramos como un punto en común, hay como un sonido que se dispara y decimos: “es por acá”. La forma de trabajar tiene un costado más racional y otro de intuición, de dejarse llevar.


De dejarse llevar se trataba. De fondo seguía CNN e Iván estaba hablando ahora con otra persona que había ingresado al lugar. Los saludé y agradecí el presente.
Me fui de Villa Crespo con algo más que un libro de regalo, me fui con la curiosidad de ver cuanto antes el próximo libro de Clase Turista, me fui pensando en los poetas iraquíes que escriben al lado de un fusil, me fui pensando que clases de flashes regían mi forma de leer y como si fuera poco, con las ganas de encarar un proyecto propio, de tener una visión un poco mas pop del mundo.

La tranquilidad del barrio me hizo flotar en esa atmosfera por un lapso de tiempo interesante, hasta que llegué a la boca del subte y me di cuenta que el Apocalipsis se acercaba. Había vuelto a la profundidad de la capital. Me sentí un tanto desprotegido y solo, caminando entre la multitud de sacos, corbatas, celulares e infotrans, hasta que caí en la cuenta de que tenía el “Manual de supervivencia para los días del gran desastre”, un libro de autoayuda para los sobrevivientes de la especie humana.

Voy a volver mas seguido a Villa Crespo, me dije y dejé caer sobre mis orejas el audífono del MP3.