martes, 29 de septiembre de 2009

UTOPÍA Y REALIDAD


A la gente de Utópica le debo un par de gracias, este post y los artilugios prismáticos como banners y gadgets que figuran en este blog...

La psicodelia y el desconcierto se unen en dos cabezas (una femenina y otra masculina) para procrear la dinámica de lo impensado.

A falta de letras, buena es la gente que puede apelar a su ingenio y realizan obras de caridad en semanas de letargo improductivo. Han puesto su inventiva para mis caprichos y eso ya es mucho decir.

Pueden ver más de Estudio Utópica haciendo click acá. Pero aviso de antemano que no voy a pagar los platos rotos de la abstinencia...

Ellos sólos les dan el dulce y yo lo probé... No obstante, recomiendo la adicción.

Letra chica: Mirar con moderación, prohibido el consumo para gente de estilo conservador.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

NELY


Ahora que lo pienso bien, Nely, lo nuestro fue sacado de un cuento policial. No un policial negro. Un policial, policial. Uno clásico, para distinguir.

Necesitábamos de esa metanarración que condense a la narración ausente que todo protagonista de policial requiere de forma imperiosa cuando se encuentra con un cuerpo lleno de sangre a sus pies. ¿Te diste cuenta de eso, Nely? Es que pasamos tantas cosas juntos. ¿Cómo olvidarlas?

No, para. No pongas esa cara. No fue mi intención recordar el crimen de tu viejo, Nely. A lo mejor no fue la mejor de las metáforas, lo reconozco. De hecho no la fue. Vos sabes, igual, que podes contar conmigo.

En fin, tenía ganas de verte y justo te vengo a encontrar acá, en este bar, a esta hora. Y pensar que casi nunca miro para adentro de los bares, menos en una ciudad tan grande como esta. Lo que es la vida, ¿no? A veces creo que el destino es inevitable, Nely. Que por más que uno se esmere en torcerlo, el hijo de puta es incorruptible y te lleva de los pelos hacia donde quiere.

Y eso que yo me había desengañado, eh. Que después de lo nuestro, de ese desgaste de siete años de convivencia y pareja –y casi hijos- nunca más iba a tener ganas de estar con vos. Pero mirame ahora, Nely. Y mirate a vos también, por qué no me vas a decir que a vos no te pasa lo mismo. Se nos nota a la legua, Nely, que no podemos estar sin estar juntos. Juntos, Nely. Como ayer. Hoy como ayer. Vos y yo. Un sólo corazón. Un sólo techo. Tu perro y mi gato obligados a llevarse bien, Nely. ¿Y eso por qué, Nely? Porque nos amamos. Nos a-ma-mos. Tres sílabas, Nely. Tres silabas y un sentimiento.

Te juro, Nely. Se me comprime el pecho. Pensar que pensé que no eras para mí. Que boludo, Nely. O peor aún. Que casi le doy bola a la teoría de ese psicólogo que figura en el libro de Bañez, ¿Cómo se llamaba? Morán, Morán, ahí me acordé el apellido ¿Vos podés creer, Nely? Afirmaba que el mundo estaba dividido en homosexuales y lesbianas, nada más. Y que la heterosexualidad era una anomalía legitimada en función del fraude bíblico. Pero mirá que turro este tipo. Ni matrícula debería tener.

¿Qué pasa? Y sí ¿No lo podes creer, no? Por eso esa cara, claro. Nunca pensaste que yo me iba abrir de esta forma con vos. Y vos que siempre me decías que era muy callado, que nunca te regalaba flores, que no te decía que te amaba y qué se yo cuántas cosas más. Pero cambié, Nely, cambié.

Y es más. Creo tener la respuesta a todo lo que nos pasó, Nely. Mirá, escuchate esta, eh. Yo creo que fuimos como una manada de puerco espines, Nely, que se apretujan en días de invierno para protegerse del frío extremo con el calor de sus cuerpos, sin darnos cuenta, Nely, que al mismo tiempo nos estábamos lastimando con nuestras propias espinas, lo que hizo que nos alejáramos de nuevo, claro está. Y cuando volvimos a necesitar de nuestro calor, Nely, nos volvió a pasar lo mismo, Nely. Así durante siete años, Nely.

Pero tranqui, Nely, tranqui porque falta lo mejor. Falta que encontremos una distancia conveniente, Nely, dentro de la cual podamos soportarnos de una mejor manera para ambos, Nely. ¿Entendes como es la cosa, Nely? Yo te canto la justa, Nely.

¿Qué de dónde saqué eso? Es que estoy leyendo a Schopenhauer, Nely. ¿Viste que cambié? Es más, tiré todas las Hombre que tenía en el revistero del baño de casa, Nely ¿Te acordás? Las Playboy no, Nely, eh. Esas se las regalé a mi hermano. Pooobre…

Que desubicado de mi parte, no te pregunté si querías tomar algo, Nely. Perdoname. ¿Querés tomar algo, Nely? Con confianza, eh. Sabes que vos y yo, eh. ¿No, Nely? ¿Sabes o no sabes? Sabes, Nely, yo sé que sabes. Un café, mozo.

Estas como anonadada, Nely. Te impacté, yo te conozco, eh. ¿Es por el aire? Ya sé, no me digas nada, querés qué le diga qué bajen el aire. No te me vas a desmayar acá, Nely. Yo entiendo que la emoción es fuerte y que cosas como estas no se escuchan todos los días, pero bueno, para todo hay una primera vez, ¿no? Estas taaaan linda, Nely.

Veo que me querés decir algo, Nely. Decime, Nely ¿Qué, qué Nely? Perdoname pero no te escuché bien. ¿Cómo Nely? ¿Qué decís? Dale, Nely no jodas. Siempre con un chistecito para descomprimir la situación. Sos Nely, eh. No cambias más.

¿Que, qué Nely? ¿Cómo qué estás saliendo con alguien, Nely? Pero hace muy poco que rompimos, Nely ¿Cómo me vas a decir eso, Nely? ¿Y quién es se puede saber?
¡¿Eh?! ¿Con ese estás saliendo, Nely? ¿Con el hijo del carnicero, Nely? ¿Me estás cargando? ¿Qué tiene ese qué no tenga yo? ¿Me querés decir? No, si vos sos de las que no hay, Nely. Es como para darte un premio.

¿Cómo? ¿Qué me vaya por qué está viniendo para acá? ¿Me estás echando, Nely? ¿Pero, te volviste loca? Ya se que vos no me llamaste, Nely, pero yo te encontré acá. No es justo, Nely

¿Qué quién soy yo, para decirte lo que es justo, Nely? Tu pareja, Nelly. Bueno si, tu ex. Pero, Nely. Por favor, Nely, ya estas grande. ¿Qué necesidad de hacer esta escena? ¿Me querés decir, eh?

¿Qué, qué Nely? Mirá, si hay algo que no soy yo, Nely, es mal perdedor, eso nunca ¿Pero sabes qué, Nely? ¿Sabes una cosa, Nely? Vos no me echas a mi, Nely. Me voy yo, porque quiero. Y al café que te lo pagué el hijo del carnicero, ¿sabes?.

Son todas turras…

viernes, 18 de septiembre de 2009

CHANCE


Los gallegos de Bitacoras.com me han invitado a participar del concurso Bitacoras2009 donde se eligen los mejores blogs de habla hispana de este año.

Esta es la quinta edición de dicho certámen y la primera vez que participo en algo así.

Evidentemente, lo acaecido es una demostración más de que la blogósfera se viene abajo. Y -particularmente- una empírica porción de que no sólo nuestro país es generoso.

No obstante -si así lo desean- pueden hacer click en el primer gadget que ven a su derecha y apoyar esta iniciativa. Aviso de antemano, que para votar hay que registrarse y dicho trámite implica ciertas buriocracias que a mí me molestan hacer.

Por ende, visto y considerando que es un garrón hacerlo, voy a aprovechar este momento para decir la frase de cabecera de los buenos perdedores y una mentira que no acaricia autoestima alguno: "Lo importante es competir"

Una vez dicho esto, tengo que reconocer que la invitación me vino como anillo al dedo porque sigo creativamente bloqueado.

Ahora si, después de este pequeño acto de honestidad brutal, me retiro.

Muchas gracias!

Germán.

lunes, 7 de septiembre de 2009

ARBITRARIEDAD


La noche del 27 de agosto del 2009, la señora Fridgman, ansiosa por una crisis de nervios surgida como catarata de discusiones existenciales con su marido, tomó la mejor de sus cuchillas y se dirigió a la cocina, para terminar con la obra maestra que había empezado a meditar desde hace unos meses atrás.

Al ingresar, planeó con la mirada ese hermoso caos. Las ollas en el piso, los vidrios rotos, las paredes manchadas, las caras de pánico de su hijo y el perro. Un contexto soñado, para la envidia de Alfred Hitchcock y la posterior molestia del fiscal.

Tenía en su mano un corte profundo y necesitó de una venda para parar la hemorragia. Era la primera vez que llevaba a cabo algo así y la consumación del acto le significó una herida de consideración a lo largo de su palma que casi mutila uno de sus dedos.

Suspiró y con un soplido se corrió el flequillo de la cara, mientras limpió su mano izquierda en el viejo delantal blanco, que debido a las circunstancias imperantes, comenzó a teñirse de rojo. Un rojo intenso.

Sonrió. Estaba satisfecha con el trabajo hecho aunque aun no había terminado. Decidió entonces, culminar con lo empezado porque no quería dejar huellas que comprometan su situación y en minutos más llegaría el fiscal.

Para esto, pidió la colaboración de su hijo y encerró al perro –bastante alterado por la escena- en la pieza contigua.

Entonces era el momento, hundió la cuchilla sobre el cuerpo frío y el líquido rojo y espeso -por la baja temperatura- comenzó a fluir lentamente desde todas las arterias posibles a la hendidura del filo.

Primero presionó con fuerza para atravesar las partes mas duras y luego con oficio para diseccionar los trozos que todavía conservaban cierta esponjosidad. Comprobó que la materia no estaba del todo congelada y eso la molestó porque no resultaba conveniente. Fridgman era perfeccionista y un tanto neurótica. De fondo se oían ladridos.

Repitió el ejercicio con admirable monotonía y precisión, hasta que de esa anatomía original sólo quedaron partes geométricamente imposibles de ensamblar, pero artísticamente dispuestas para caber dentro de diferentes recipientes y limpiar la escena del hecho. Su hijo achinaba la mirada, ponía cara de asco y colocaba delicadamente cada pedazo de materia en su respectivo lugar.

Ambos especularon con la posibilidad de que sería imposible borrar los rastros de lo sucedido.
Así fue. El fiscal llegó cinco minutos después de que la señora Fridgman y su hijo mutilaran por completo la morfología en cuestión. El desorden era incorruptible.

El día era un tanto caluroso y varios vecinos colmaban la puerta de la casa, rodeando a la señora Fridgman que yacía manchada de rojo y llorando con las manos cubriendo su cara.

El fiscal corrió a los vecinos de lugar y les dijo que él se encargaría del tema.

Adentro, su hijo se había encerrado con el perro que seguía ladrando y cuando el hombre comenzó con el interrogatorio en el lugar de los hechos, la señora Fridgman se notaba desencajada. Minutos más tarde, se hizo cargo de lo sucedido.

Afuera, la sensación térmica bajo de forma considerable y los vecinos se fueron esparciendo lentamente.

Fin.

Apéndice:

Uno de los principios que la literatura le ha robado al signo -y a Saussure- es la arbitrariedad. La magia de la historia radica en que el desenlace debe tener la misma ley que une al significante con el significado. Y eso señores, sólo depende de ustedes y de estas opciones:

A: La señora Fridgman acaba de matar a su marido con la complicidad de su hijo. Llora porque -indefectiblemente- luego de confesar el crimen al fiscal, va a ser juzgada y encarcelada.

B: La señora Fridgman ha preparado una exquisita torta helada de frambuesa para su marido, el fiscal. Llora porque entiende que le salió mal y la sorpresa -que buscaba enmendar las discusiones que venían sosteniendo- quedó frustrada.

C: Lo que la arbitrariedad de su mente diga que tiene que interpretar.