sábado, 27 de marzo de 2010

EN EL BORDE WITH CICCO


A Emilio Fernández Cicco le han dicho de todo, que es un antisemita, que es un periodista que sólo pregunta pavadas, que lo quieren cagar a trompadas, que era gay o consumía algún tipo de drogas, que era un estafador. También le juraron no darle nunca más una nota y hacerle juicio. Entrevista con el creador del periodismo Border, un tipo que se hace el loco, pero no come vidrio.

Para ser Superman, necesitas ser Clark Kent

“Venís, nos tomamos un café y te pego una patada en el orto y te volvés”. La oración es un extracto de un mail que Cicco me respondió para concretar la entrevista. A propósito, le respondí que hacía mucho calor para tomar un café, que nos íbamos a recagar a trompadas y que recién ahí me volvía. “Avisame un día antes a qué hora llegás y paso a buscarte por ahí en la bicicleta” concluyó.

De habernos cagado a trompadas, no se quien hubiera ganado. Supongo que él, porque jamás peleé con alguien en mi vida y carezco de ese instinto animal para prevalecer sobre el otro. Aparte, Cicco ya tiene mucha gente que lo odia como para ganarse un enemigo más y no viajaría a Lobos para pelear con nadie. Después de todo, mi objetivo, -al igual que el Border- era conocer cual es la persona que hay detrás de ese personaje.

El hombre en cuestión ahí estaba, paraba detrás de su Musetta despintada y vieja, con anteojos de sol, pescadores, alpargatas negras y una musculosa algo desteñida. Me mira, lo miro, nos saludamos y vamos al bar más próximo que queda sobre una esquina.

“El Border no es un género para ganarse amigos, no es un género que te va a traer cosas buenas, ni vas a lograr que te inviten a fiestas, porque cuando vos contás de verdad lo que te pareció un encuentro, cuando escribís y realmente decís lo que vos percibiste de la otra persona, no sabes si al otro le puede gustar, si le puede caer como el orto, es un salto al vacío y muchos por contar tu punto de vista, se van a enojar y van a pensar que rompiste un código”, explica.

La historia es así. Emilio Fernández Cicco editó en 2006 el libro “Yo fui un porno star y otras crónicas de lujuria y demencia”, un ejemplar que cuenta como éste periodista actuó en una película porno, fue enterrador en un cementerio y entrevistó a diferentes celebridades argentinas y los destrozó con una mirada bastante particular. Por tal motivo, tiene ganado el odio de muchos personajes del ambiente nacional, entre los cuales se destacan: Alejandro Dolina, Damian Szifrón, Mirtha Legrand, Guillermo Andino, Eduardo Duhalde, Gaby Alvarez, Pepe Eliaschev y el fallecido Bernardo Neustadt.

"Lo bueno del Border es que te permite experimentar todo. La idea es siempre buscar quien es el tipo detrás del que vos conocés, vas a ver a Tinelli, a Pettinato y esa figura pública que vos conocés nunca es la real. Entonces, yo trato de descubrir cual es la figura real, quien es el tipo detrás de esa mascara que todo el mundo conoce y siempre es algo bien diferente, si no lo logro descubrir siento que fracasé y si lo logro descubrir está bueno".

"A veces que le descubras ese costado que los tipos no quieren mostrar puede ser que los enoje muchísimo y otras veces no. Hay quienes se lo toman bien y les parece hasta que era necesario.
El ejemplo de Szifrón es muy significativo. Para mí, era una nota muy positiva. Lo único que le criticaba era que el tipo sobre el final de la nota, redujo la propina que le habíamos dejado al mozo del bar donde se hizo la entrevista y el tipo por eso, se brotó. No podía aceptar eso. Para él, yo me fui de código, sin embargo a mi me pareció que eso hablaba de él, no que era garca, si no de que aun encabezando el éxito de mas rating en la tele en el ultimo tiempo, como fue “Los simuladores”, el tipo estaba mirando la monedita, se ve que todavía no le pagaban mucho o que Telefe se llevaba la mayor cantidad de guita. No lo sé”.

¿Qué es una mala nota?

El problema está en donde vos haces foco, generalmente vos haces foco en algo que vos ves que es esencial y que tal vez el tipo no cree que es esencial. Vos le notas un rasgo que lo corta al medio y él te dice: no. Es un problema de miradas, objetivamente vos ves que el tipo es un tarado y de algún modo vos lo contás a través de distintas escenas y de distintas cosas que el dice y el tipo se cree que es Dios y que es inteligente y talentoso y tal vez no lo es. Después te tenés que bancar la respuesta.
Siempre es mas conveniente hablar bien de la persona para que te quiera, si vos decís que tal tipo es un genio, nunca te va a llamar para decir: ¿Che, porque mierda pusiste acá que soy un genio? Ahora si decís que es un boludo si te va a llamar para decirte: ¿porque pusiste eso? Ahí tenés que estar seguro de lo que vos decís
Yo creo que en la universidad te enseñan todo lo que es técnica y oficio pero nadie te enseña a construir una mirada y eso es un trabajo de cada uno, eso lo haces vos con tus libros, con las cosas que viviste. Eso es básico y eso es lo que te diferencia de los demás.
También tenés que saber lo que necesita tu medio, que tenés que informar contarte la vida del tipo, no sólo hacerte el piola y el trasgresor, tenés que cumplir una serie de requisitos. Yo no me empecé a hacer el Border al año que me puse a trabajar, tarde un montón de tiempo, más de quince años y eso es una búsqueda.
A mí siempre me llamó la atención los primeros años que trabajaba en la revista Noticias, que veía a mucha gente que venía de hacer una nota a tal o cual famoso y decía que tal famoso gritaba y puteaba, contaban cosas bárbaras y después a eso no lo decían en la nota, contaban la parte de los famosos que todo el mudo conoce, y yo me decía ¿porqué no contás eso? Y me prometí que el día que mi me toque entrevistar a quien sea, voy a buscar eso que la gente no sabe de la otra persona.
Porque ese es el privilegio del periodista, poder estar sentado con personajes que todos vieron y tener un grado de intimidad, vas a la casa, conocés a la familia, hablas con los amigos. Lo podes contar vos
Si vas a ver a Mick Jagger y si contás al Mick Jagger que todos conocen, ¿para qué vas? Le hubieras mandado las preguntas por mail, por eso, lo importante de construir tu mirada, que sea diferente. Todas esas herramientas te van a ayudar a ver bien a una persona, sacarle la ficha, a través de gestos, de cosas que te cuenta, o las cosas que tiene a su alrededor, eso es afinar la puntería.
Si vos querés quedar bien con el famoso, la nota va a ser una cagada, vas a apoyar la imagen pública, y tu función como periodista no la vas a cumplir.
Con Dolina me pasó algo buenísimo en términos de intimidad, fui a la casa y la idea era hablar de su obsesión por la belleza y la juventud. El lo sabía a eso. En un momento fui a mear y entré al baño y estaba todo lleno de frascos, lleno de gel y de perfumes, parecía el baño de Valeria Maza y era el baño de Dolina. Yo lo conté a eso y el tipo se enojó mucho.
El hecho de estar ahí en la casa me permitió eso, acceder a esa intimidad. Si vos tenés la posibilidad de acceder a todo ese universo tu nota va a ganar en profundidad, va a ser mucho más rica.


Emilio Fernandéz Cicco a hecho carrera. Se inició en la revista Noticias donde fue creciendo de a poco hasta el día que decidió irse, fue editor de la revista Newsweek y renunció, varias de sus crónicas han salido en las revistas Gatopardo y Rolling Stone. Actualmente, exiliado en Lobos, escribe en Hipercrítico y para el diario Crítica de la Argentina

Cuándo decís que tus métodos de entrevista son desde cualquier óptica que se los mire, “desubicados” ¿a qué te referís puntualmente?

A que no le podes poner buen título, a que muchos medios no lo publicarían porque tiene amistad con tal o cual famoso, a que no responde a los cánones del medio. Es desubicado porque no la podes ubicar en ningún lado.
¿Es una entrevista? Sí, es una entrevista, cumple con todas las funciones, pero sin embargo no la podes poner en ningún lado. A mí, en Noticias, los últimos años no sabían que darme, porque ya estaba desubicado para ellos. El periodismo Border es una desubicación porque no responde a nada de lo que ya estaba hecho. Imaginate en Noticias, que un periodista de ellos actúe en una película porno, es una locura. A esa revista la leen la gente de mayor guita, toda la familia, se considera que sus periodistas son impolutos, súper éticos y de golpe que pase esto, es desubicado.

¿Qué es lo que genera que nazca el periodismo Border?

Básicamente el hastío, sentir eso, que muchos de mis compañeros veían cosas interesantes que después no figuraban en los textos. Entonces traté de crear algo, algún genero, algún sistema nuevo que pudiera incorporar mucho mas la mirada del periodista. Para mí, una buena observación vale más que mil datos. Vos podes contarme desde la hora que te levantas, la plata que ganas, sumas cien mil datos y no es lo mismo que si yo te observo bien y te hago una frase realmente observándote, una frase donde te cale bien hondo, que diga vos sos así. Eso vale más que mil datos.
Desde la época de Rodolfo Walsh y más que nada Verbitsky se maneja mucho el dato, la cifra, pero sin embargo, eso no es lo que más profundo que podes decir de una persona, lo más profundo es casi una observación poética que tenés que hacer después de verlo una buena cantidad de tiempo. El Border apunta a eso, a defender la mirada sobre otro tipo de cosas.

¿Cómo manejas los prejuicios que encasillan al Border como tergiversador o sensacionalista?

No me pregunto esas cosas. Mis notas no son sensacionalistas. No descubro un chanchullo buenísimo que me sirva para ganar una tapa, no tienen un gran título mis notas. Generalmente lo que esperan los medios es eso, que tengas un gran título, todo eso no me interesa. No hay abusos de niños, ni una historia increíble, eso en mis notas no está y hay gente que fuerza eso.
Lo que me interesa descubrir, apunta a llegar a ver quien es esa persona que todo el mundo cree conocer. Di Tella, Bredicce, Elena Cruz son algunos de los casos. Con la tele eso no lo podes hacer, porque plantas una cámara y la gente es otra, pero con la entrevista, si.

Cuándo decís destruir a las celebridades, ¿a qué nivel o a qué precio? ¿A ir y hacer foco en lo malo indefectiblemente o en lo que todos no ven?

No es lo malo o lo bueno, es lo real. ¿Quién es ese tipo?, lo tenés a Pettinato sentado acá, de verdad… ¿cómo es? Seguro que no es como la tele, porque ahí esta trabajando, eso es una mascara, es un personaje, pero ¿cómo es de verdad el tipo? es malo, es bueno.
Por ejemplo, yo lo fui a entrevistar a Roberto Giordano que tiene una fama de boludo total. El tipo era re inteligente, la tenía clarísima, sabía inclusive que su personaje daba boludo y que a la gente le gustaba eso. El hecho de que pareciera tontito te puede hacer prejuzgar a una persona y después te terminas llevando una sorpresa para bien. Yo no juzgo a nadie, voy a descubrirlo.
Si lo sentamos acá a Tinelli, Pettinato, Dolina, estoy seguro que te vas a llevar una imagen diferente a la que tenías, ahora si vos vas cargado de preconceptos y lo vas a liquidar, me parece que siempre vas a obtener lo mismo.
Yo voy con las puertas abiertas, el único preconcepto que tengo es que eso que se ve, no es real nunca. Entonces digo, a ver, es mejor persona de lo que se ve, ¿es más boludo?, ¿es más inteligente?
La otra vez tuve un problema con Bernardo Stamateas, porque el tipo no me quería dar notas, porque sabía quien era yo, me había leído y eso me dificultó mucho la negociación. Al final aceptó y le gustó la nota, me llamó para agradecer.

¿Dónde crees que radica el secreto de cada entrevista, eso que te va a permitir sacar algo inesperado de cada entrevistado?

Para mi el secreto es encontrar eso que llamo el detalle llave. Un gesto, un libro, un objeto que tiene en la casa. Eso que te va a permitir acceder al corazón del entrevistado, lo que es de verdad.
Una vez entrevisté a Jimmy Scott, un músico de jazz muy conocido. Lo estaba entrevistando en La Trastienda y de repente el tipo se paró a buscar un cenicero y fue y vino rengueando. Si yo sólo hubiera contado ese detalle, el tipo pasaba por rengo, pero se me ocurrió preguntarle porque rengueaba y me dijo “me apuñaló mi quinta esposa” y ese es un detalle llave, un detalle que si fuera una observación nada mas significaría una cosa, pero la observación sumado al dato te permite entrar al personaje.
Si yo digo que vos fumas y nada más, es una cosa, pero si yo digo que vos sos Lanata y fumas tantos cigarrillos por día y aun siendo el tipo mas inteligente de Argentina no podes dejar el tabaco, ahí es distinto. Te estoy dando una puntada pero con el hilo, la otra puntada es sin el hilo. Eso es un dato llave, una observación que va mas allá de una observación en sí.
Hay veces que lo encontrás y hay veces que no, pero cuando lo encontraste es como que encontraste el eje y eso en la entrevista es fundamental.

Tres de tus pilares periodísticos fueron Hunter Thompson, Robert Fisk y P. J. O´Rourke, ¿Qué rescatas de cada uno de ellos?

O´Rourke era humorista y se convirtió en periodista, el viajaba por todo el mundo, era corresponsal internacional de la Rolling Stone y viajaba a los lugares mas míseros, de mayores guerras y encontraba situaciones grotescas todo el tiempo. Dentro de ese caos, esa confusión, el tipo encontraba como una luz para el absurdo de todo.
Fisk, es un tipo un poco más serio que O´Rourke, cubre todo el tiempo situaciones de guerra y tiene una mirada increíble, por ejemplo, me encantó una nota que hizo del túnel donde estaba Saddam Hussein cuando lo encontraron. A Fisk lo dejaron bajar y hace toda una descripción de ese túnel y de los últimos días de Saddam, que es genial. A nosotros, nos mandan a ese túnel y no vemos nada. Un tipo que todo el tiempo te cuenta la verdad detrás de toda guerra, te cuenta todo el panorama, que tiene una amplitud de mirada buenísima.
Hunter Thompson, lo que tenía era que tiene cosas muy buenas y cosas muy malas donde la pifiaba completamente. Era muy jugado, y eso es lo que más me gusta, un tipo que se la jugaba por completo, pero que a veces la pifiaba, pero cuando la pegaba, era el numero uno. El miraba desde el lugar de la droga, un tipo que chupaba todo el tiempo, y su mirada, la mirada que había construido era esa, si el tipo no hubiera consumido acido hubiera visto otra cosa. Esa es la mirada que el construyó y que es la que a mi me gusta, no es la que yo tengo, pero me gusta porque tiene una personalidad creíble. Lo que pasó es que después no se pudo separar de su personaje y se convirtió en un Charly García, a la larga. Era un tipo que todo el tiempo estaba borracho, todo el tiempo tomaba merca, nunca se pudo separar de eso, y eso le hizo perder la distancia que necesita todo periodista y así fue perdiendo el eje, pero lo que rescato de él, es eso, la personalidad y el desparpajo para contar todo, caiga quien caiga. No le importaba nada.

¿Cuáles son tus límites?

No mentir, no sacar de contexto, no trampear. A Hunter Thompson le pasaba que el periodismo Gonzo no era considerado periodismo, como un género en sí. Estaba considerado más cercano a la ficción porque el tipo inventaba mucho, entonces ahí perdés un pacto con el lector, a mi eso no me pasa. Yo hago heavy.


Suena un celular. No es el mío. Cicco saca un Nokia 1100 hecho pedazos. Habla con una periodista de Crítica. Se para y se retira unos metros más allá de la mesa que compartimos. Sobre una mesa vecina, un grupo de personas lo mira con cierta rareza y comentan algo. Yo los miro de reojo y saco la conclusión de que si hay una persona que no aparenta ser como lo es, es justamente él. El mismo que dice que las celebridades nunca son lo que vemos por televisión. Cicco cumple esa regla a la perfección con la diferencia de que él no es lo que leemos. Un tipo centrado al que cuesta imaginárselo inmerso en la demencia de sus crónicas.
Ya pasaron cuatro cervezas y algo más de una hora y media. Hay otro Cicco que es Emilio. Alguien que escribió anteriormente la biografía de Rodrigo y Cortazar. Dos trabajos de profunda investigación periodística que delatan la semilla del Border. Hay otro Cicco que es padre de una niña de 9 años, que desde hace 7 vive con él, que pasa por su segunda separación. Que reconoce que de chico tuvo cosas que las tendría que haber tenido de grande, que hace budismo zen, que sale a correr por Lobos y que disfruta del folclore y del campo. La persona detrás del personaje.


Una biografía sobre Cortázar implica tener una mirada más seria, ¿qué cosas crees que cambiaron desde esa etapa, desde ese libro a este último? Creo que ahí, en ese trabajo, hay algo de Border, de querer investigar al Cortazar de Bolívar, Mendoza y Chivilcoy y no al Cortazar escritor ¿No?

Ese lo escribí a los 20 años, hace más de 11 años. Era una buena historia, contar ese proceso en el que pasó de ser un tipo desconocido, lampiño, súper tímido a escribir los primeros cuentos de Bestiario y tomar la universidad de Cuyo, con todos los profesores. Esa transformación me parecía que era una historia buenísima, casi cinematográfica. Y lo hablé con otros periodistas y me fui a investigar, a hablar con los alumnos de él, algunos profesores de esa época estaban vivos, veía las pruebas que tomaba, las cosas que preguntaba.
Hice casi toda mi carrera en ese tiempo, porque casi había empezado a trabajar cuando escribí ese libro y fue un esfuerzo muy grande. Hay gente que le lleva mucho mas tiempo escribir un libro periodístico, y eso para mí, estuvo bueno. Yo veo el libro y es digno, eso sí, hoy lo escribiría diferente, pero así estuvo bien.
Lo que tiene el Border, yo creo que en el de Cortazar y en el de Rodrigo todavía no se cumplen, si en estas notas que aparecen acá (“Yo fui un porno star y otras crónicas de lujuria y demencia”) y en las que estoy tratando de hacer ahora. El tema de que si te podes involucrar te involucras, el tema de destruir a las celebridades, de destruir a la imagen pública de esa celebridad, no encontrarle el pelo en el culo al que no lo tiene, sino en destruir la imagen que todos tiene de él.

En una entrevista que te hicieron junto Cucurto para el diario Perfil, decís que te aburren los escritores como Saer, que se toman treinta páginas para describir cómo fuma un hombre. En una columna de Hipercrítico destrozás a Aira porque se ofendió cuando publicaste una entrevista que le hiciste. ¿Tenés una especie de duelo con ellos?

Aira me pareció un tipo raro, demasiado venerado. Gente que está demasiada venerada, que no corresponde con su nivel y su calidad de trabajo, son como incuestionables. Lo mismo pasa con Saer. El laburo del periodista es cuestionar lo que no está cuestionado, ese es tu trabajo.
Si vos realmente crees que tal tipo no merece estar donde está, lo tenés que decir. Es un tipo que para mi no escribe bien, que nunca corrige sus libros, escribe y produce libros como metralleta, publica dos o tres por año, Leí sus libros que estaban considerados como los mejores “La cautiva” y “Los misterios de Rosario” y no me parecieron nada, no apuntaban a nada, pero no es que tenga un duelo personal, solamente le dije lo que me parecía.

Has entrevistado a varios asesinos y a otras personas procesadas por presuntos crímenes. También para contar el ambiente del porno, del boxeo o de la muerte te has puesto en la piel de los protagonistas ¿Cómo te preparas antes de ir hacia ellos?

Es la misma formula, por más que adelante tengas a quien sea. Es buscar quien es en realidad, detrás del asesino puede haber alguien que es muy gracioso, podes tener un tipo muy triste, pero siempre va haber algo nuevo, que no salió en los diarios nunca, ni en la tele. Cuando vos te sentás con alguien siempre descubrís algo nuevo. Yo no se todas las imágenes que vos tendrías de mi, pero seguramente lo que estas descubriendo ahora, no es lo que vos esperabas, para bien o para mal, y así pasa con todos. No importa que sea un asesino, un santo, un famoso o un pobre. Siempre es distinto. Tal vez, el pobre la está pasando muy bien y el rico muy mal. Nunca sabes. Si vas predeterminado a algo, no vas a descubrir nada y lo mejor del periodismo es descubrir.
Eso es lo más maravilloso ir a una película porno y actuar, o enterrar un cuerpo en el cementerio y sentir eso, como te ven los familiares, estas con el uniforme y la gente nunca te mira, vos sos el enterrador y sos la muerte para ellos. Eso lo ves estando ahí, no te lo cuenta nadie. Lo ves viviéndolo.
Yo hablo de la diferencia entre conocimiento y saber. Conocimiento es lo que vos lees en un libro o lo que te cuentan otros y el saber es cuando vos lo vivís. El saber te queda para siempre, pero el conocimiento es prestado, lo leíste en un libro. Ahora cuando vos lo vivís nadie te lo va a discutir y saber es la mayor aspiración del periodista, te da una autoridad para escribir que es maravillosa.
Para ser superman necesitas ser Clark Kent, Superman por si sólo, no sale de Superman. Necesitas una transformación, si no esta eso, te perdés. Si Superman viene a este bar y es Superman con la capa, se toma una cerveza, deja de ser Superman, pierde mucho el valor y si es Clark Kent todo el tiempo es un boludo, un oficinista. Necesitas conservar las dos cosas, la transformación para ir y venir. Yo puedo actuar en una película porno, porque acá soy Clark Kent. Es fundamental eso.
Hago cosas que no son normales. Sólo puedo mirar bien esas cosas que no son normales siendo normal o teniendo una vida más o menos normal. Si yo fuera actor porno todo el tiempo o me iría de orgías todo el tiempo, ir a ver una película porno no me parecería sorprendente, no la podría mirar bien porque estaría metido en eso.
Uno de los puntos del periodismo Border es el sentido de la no pertenencia. Si vos ya te sentís que pertenecés, ya perdés la objetividad. Yo nunca me sentí identificado con nada, por suerte para mi trabajo.
Hay notas donde vos entendés porque disfruta un actor porno o un enterrador, metiéndote en la piel de ellos.
El tema es cuando vos te crees ese personaje, mira Charly, decía “yo no quiero volverme tan loco”, como que el era consciente de que se podía volver loco, o en “De mi”, que decía que “no pienses que estoy loco es solo una manera de actuar”, pero bueno, te volviste loco, en un punto te volviste loco.
Yo lo que creo que esta bueno, siempre es en un punto ser Superman y ser Clark Kent, para ser superman, necesitas a Clark Kent, vos necesitas un grado de normalidad. Yo no estoy loco, hago tal vez cosas muy locas pero tengo un grado de normalidad, que es lo que a mí me salva. Si yo, todo el tiempo vengo acá , me pido un whisky, me ves con minas, no duraría mucho así, y no podría mirar bien porque estoy pegado, en la locura, yo tengo que salir de eso y más siendo periodista.

En tu libro decís que para conocer a fondo a las personas, hay que descubrir las tres áreas donde esta satisface sus bajos instintos. Estamos en un bar, lejos de tu casa, pero supongo que la pregunta vale igual ¿Cómo es tu pieza, tu baño y que tenés en la heladera?

En la heladera prácticamente nada, la cama se la va a llevar mi ex dentro de poco y el baño es muy chico y módico, ni bañera tiene. Estoy alquilando una casa muy chica

¿Cuál sería tu epitafio?


Emilio Fernández Cicco: El hombre que se salió con la suya.


Eran cerca de las 6 de la tarde, el hormigón detrás del ventanal ardía. Necesitaba ir al baño. Lo hice y a la vuelta cuando fui a pagar la cuenta, Cicco ya lo había hecho por mí. Terminó saliéndose con la suya, yo me había llevado una imagen completamente distinta a la que había consumido cuando leí sus crónicas y su libro. Supongo que en las noches de luna llena, cuando cambia la piel y el instinto, se encierra a escribir y es la bestia con el olfato que ve y cuenta lo que otros prefieren esconder. Supongo que así será, aunque no pude conocer ni su casa, ni su baño, ni su heladera.

lunes, 22 de marzo de 2010

YO NO ME OLVIDO


Ni olvido, ni perdón.

Juicio y castigo.

Miércoles 24, Plaza de Mayo, 17 hs.

Grondona´s abstenerse.

viernes, 12 de marzo de 2010

NADA DE OTRO MUNDO

La primera vez que pasó, me dijiste que no me asustara. Que por el barrio era frecuente ese tipo de temblores. Recuerdo con precisión taxidermista que ese día habíamos discutido. De lo que no estoy seguro es a causa de qué, aunque supongo que te molestó mi manía de cambiar de planes a último momento. Vos siempre odiaste eso.

Lo cierto es que en un momento dado te tapaste la cara con las dos manos y todo empezó a temblar. Hubo ruidos de platos rotos que llegaban desde la cocina y cedió el armazón que sostenía la tv sobre la mesita ratona. Fueron alrededor de veinte segundos fatales donde la casa se convirtió en un samba. Después volvió la calma, y con ella, el pasillo del segundo piso se vio invadido por vecinas con ruleros y en camisones, que estrellaban su verborragia contra el panic attack.

Te ayudé a ordenar. Luego, abriste la puerta para tirar los restos de vidrios en el tacho comunitario y yo escuché a la plebe gritar -mientras te miraban fijo- algunas consideraciones intempestivas. Puertas adentro, me confesaste que estabas harta del ecosistema que reinaba en el edificio. Recuerdo que por haber sido esa la primera discusión, dijimos que no iba a volver a pasar y nos perdimos hasta la madrugada entre miradas y silencios, que se fundían con la paciencia de tus dedos cruzando hilo encerado hasta dejarlo tenso. Las artesanías siempre fueron tu tai chi.

El diario del otro día completó el panorama: quince muertos y algunos heridos, más una serie de réplicas en el conurbano bonaerense que ocasionaron algunos destrozos, entre los cuales, se destacó el descarrilamiento del Roca cerca de la estación de Temperley. Nada de otro mundo, dijiste, mientras untabas esa tostada con mermelada de tomate.

Los días que siguieron al primer temblor, transcurrieron entre calmos y expectantes. A veces, estabas un poco irritable por cosas insignificantes, como aquel día en el video club cerca de casa, cuando no coincidimos sobre la película a alquilar y todo empezó a venirse abajo. El estante de “acción” se inclinó sobre las filas de “drama” y formaron un nuevo género desparramadas en el medio del hall del Blockbuster. Y de allí, entre gritos y estallidos de vidrios emergiste vos, como si nada hubiera pasado, con una de Ezequiel Acuña en la mano que sacaste del muestrario de “nacionales”. Yo te miré atónito, mientras ayudaba a un empleado que se había cortado la cara y sangraba a la altura de la nariz.

Vuelta a casa, hice un par de comentarios sobre los terremotos que acosaban a Buenos Aires y sobre la posible influencia del efecto invernadero en este tipo de manifestaciones. Vos minimizaste la cuestión alegando que “hoy por hoy, cualquier cosa genera un movimiento de las placas tectónicas”. No es nada de otro mundo, concluiste.

Ahora que lo pienso bien, Sofía, y analizo el pasado desde mi almohada, siempre me llamó la atención la forma en que tomabas las catástrofes naturales. Nada parecía conmoverte, ni aquel tsunami que se chupó miles de vidas al borde del océano Índico a fines del 2004, ni el terremoto que devastó Haití a mediados de enero. Lejos de eso, aquellas tragedias despertaban en vos una sonrisa angelical. Cuando ocurrían, por lo general, pasabas todo el día viendo informes especiales en noticieros amarillos. Te divertían las conclusiones a las que arribaban periodistas inexpertos y llorabas de risa con las teorías sobre el fin del mundo que empezaban a cobrar fuerza.

Se podría decir que fue una constante eso de los terremotos y las peleas. Cada vez que discutíamos, la tierra se quejaba y todo sucedía en el siguiente orden: tu rostro tornándose rojizo, las manos en la cara, los platos cayendo en picada, los gritos de los vecinos, las alarmas de los autos que se encendían, los ladridos de los perros, y al otro día, la dialéctica estéril de los medios que hacían leña del árbol caído. En fin, nada de otro mundo.

La gota que rebalsó el vaso de nuestra relación sucedió en mi departamento de Balvanera. Nunca debiste revisar mi celular. Yo estaba en el baño y de repente todo empezó a temblar. Del resto no recuerdo nada. Lo que voy reconstruyendo me lo contaron mis amigos, algunos vecinos que se acercaron hasta el Ramos Mejía y sobre todo los diarios. Hablaban de un sismo de casi 9 puntos en la escala de Ritcher que se volteó al barrio entero.

No todo cambió mucho desde la última vez que te vi. Para el gobierno de la ciudad, Once dejó de ser un barrio marginal, para pasar a ser “zona de emergencia”. Cada tanto, funcionarios políticos recorren los barrios y declaran frente a las cámaras de tv que están preocupados por la ola de terremotos. No obstante, hace mucho que no hay un sacudón como los de aquella época.

Imagino que estarás muy metida en eso de las artesanías. Si mi memoria no falla, tenías ganas de recorrer el norte o algún país vecino vendiendo tus pulseras de hilo encerado. Por mi parte, dejé Balvanera para mudarme a Colegiales. No fueron los movimientos sísmicos los que me corrieron de zona, fue un trabajo que pegué hace casi dos años. Por cierto, Sofía, te copié el antojo de la mermelada de tomate. Con respecto a lo nuestro, supongo que está bien que cada cual siga con su vida sin pensar en la del otro. Después de todo, la rutina nos había devorado antes del primer año. Lo único que cambiaría fue la forma en que nos despedimos. En mi opinión, fue muy abrupta y cada tanto, eso hace que te guarde cierto rencor. No obstante, verás, hoy me levanté con una melancolía retro. Debe ser porque anoche soñé con vos, y ahora, mientras desayuno una de tus costumbres con tostadas, me pregunto por qué no supe más nada de tu vida, por qué fui tan pasivo o dónde carajo estarás en este momento.

Afuera, plaza Miserere se despereza con gente que la atraviesa para cumplir sus rutinas, y en la tele, Chile acapara la atención. Un terremoto fue el pac-man sudaca que se tragó más de 700 vidas. Supuse que todavía seguías enojada.

Nada de otro mundo, pensé, y cambié de canal.

lunes, 8 de marzo de 2010

FELIZ DÍA

No esperen que agregue aquí algunas palabras a la foto. No sería ético.

Sólo me voy a limitar a decirles "Feliz día".

martes, 2 de marzo de 2010

DAKAR BOLIVIANO


Ponele que estas en esa línea amorfa que le indica a la geografía que -por capricho o por guerra- de acá para allá empieza un país y de allá para acá termina otro. Estas llenando los papeles de la aduana, y como quien no quiere la cosa, te enteras que el tren que ibas a tomar no sale porque se cayó el puente madre que unía tal lado con otro lado.

Entonces, parado en ese punto exacto donde te envuelve el viento del murmullo con el documentito en la mano, escuchas a la gente disparar hipótesis apocalípticas seguidas de conclusiones demoledoras. Dicen que “no puede ser”, “que este país es un desastre”. Dicen “bolivianos de mierda”. Le echan la culpa a seres metafísicos. Y entre esa vorágine vos parás la pelota, ejerces la contracultura de la teoría: la praxis y tiras: “Ya fue, me voy en bondi”.

Así que ahí estas: subido a los hombros de Marx para los celos de Engels. Con la botellita de agua en la mano y con un tal Román Uldorico que putea al flaco que acomoda las maletas porque las tira a las que te criaste. Que pagó 300 pesos y encima ahora, dice, tiene que pagar otros dos más por el derecho a terminal. Me mira y busca complicidad. Busca que me sume a su reclamo. Pero ya es tarde, yo ahora lo estoy viendo revolear sus brazos desde arriba de este bondi, que no late, tiembla. Que no arrancó aún y ya colapsó su capacidad.

Es de noche. Una noche lúgubre que amenaza con ser eterna. Refusila jodido. Tanto que los destellos sirven para alumbrar una carretera que no tiene luces. Hay cholas que se amontonan al fondo como los chicos problemáticos del colegio. Bebés en brazos que lloran. Niños caminando que venden golosinas. Grandes que comercializan pollo frito. Niñas que ofrecen jugos de colores raros en bolsas, con una bombilla que emerge hacia el nudo. Todo dentro de esta cafetera.

La tierra se cuela entre las ventanas mal selladas. Hace calor. Hay gente en los pasillos. Tres personas discuten por un mismo asiento: el 24. Está vendido tres veces. Gritan mientras otros quieren dormir. Otros duermen para no llorar. Algunos combaten el excedente acostándose sobre sus mochilas en el piso. Un turista me confiesa que tiene ganas de hacer pis. Le digo que no hay baño, que en apariencia el micro va a frenar dos veces en pueblos a mitad del camino para que la gente haga sus necesidades.

Al fondo, un celular escupe la misma cumbia monocorde sin respirar. Termina el track y vuelve a empezar. Está en el infinito Kafkiano, como esas piñas que recibe un boxeador contra las cuerdas. Uldorico te mira dos asientos más atrás en busca de una respuesta. El olor a pollo frito junto al de gasoil se juntan haciendo un piquete a mitad del pasillo. A tu derecha, un viejo ronca probando los motores de su pulmón. El micro baila reggae. Alguien fuma para pasar los nervios, otros tosen para pasar el asma. Tres pibes hacen chistes en quechua y cada tanto te clavan los ojos.

En esa guerra de posiciones transcurrís la primera hora de viaje. Desde el frente se escuchan gritos. Tres mujeres dicen que el chofer está borracho. “Que hay momentos para tomar y otros no, y que este –valga la redundancia- no es uno de ellos”. Te acercas a ver. El tipo balbucea un punk rock y le rapea un speach contra los dedos que lo acusan. Está definitivamente borracho. El acompañante se pone violento. “Fenómeno, decís, vamos dentro de un samba haciendo zigzag y el único tipo que sabe como llegar le vendió el alma al tetra brik”.

Sos el hámster con paranoia de este laboratorio que se morfa los kilómetros con una paciencia de costurera. Te preguntas ¿Cuándo aparece Bruce Willis?, ¿por qué Laiseca te eligió a vos? Soñas con llegar. Los asientos no se reclinan. Te acordas de tu familia, de tus amigos, de lo lejos que estas de todo. Te acordas del diario que esta mañana anunció en su tapa con bombos y platillos que el desbarranco de un micro se llevó la vida de ocho turistas. Te imaginas tu cuerpo en unas horas, gateando dentro de este tetris de personas.

Seguís en el túnel de la nada. Los refusilos le ponen fichas a tu conciencia suicida. Hay mujeres con pannick atack. Hay un malestar generalizado. No se ve nada, ni dentro ni fuera del micro. La tierra se cuela por la ventana. Ahora llueve. Vamos hacia la dimensión desconocida. El celular de la cumbia Kafkiana te da masa hasta dejarte grogui. Uldorico te mira con cara de circunstancia, cuando te das vuelta. Dice “esto no puede ser”. Los pibes se ríen de tu cara. Un hombre ronca su vida. Dos bebes lloran. Tu butaca no se reclina. El chofer está ebrio. El micro surfea los límites del precipicio. No hay baño. No hay aire. No hay futuro después de este bondi. En esa liturgia estas flotando cuando sentís que alguien te toca el hombro y al darte vuelta, la voz con acento altiplanense de Uldorico codeándose para salir entre restos de pollo frito, te bate:

- Hey amigo, usted puede creer, me dijeron que iban a pasar una película de Jackie Chan en el viaje y ni televisor tiene esto.

Vos lo miras atónito y por dentro decís: “Thanks god, for made me latinoamericano”.