martes, 28 de julio de 2009

ANARQUISTAS DEL AMOR (6º Parte)


Cuevas:

Que extraña su última carta. Cuan contradictoria puede ser la vida y cuantas veces un ser humano puede incurrir en blasfemias irracionales frente a alguien que nunca tomó una postura bélica en esta cuestión y sólo se delimitó a tratar de sacarlo de ese pozo profundo en el que está sumergido.

Me duele tener que soportar filosos intercambios con una persona que creía intelectualmente liberal y abierta a los vientos de la vida; pero que viéndolo a la distancia propaga irracionalidades postradas y conservadoras que piden a gritos la eutanasia.

Usted no lo ve porque no puede. Sufre una especie de catarata cognoscitiva sumado a una interesante aniquilación del yo, que repercute en forma nociva el feedback entre ambos. De manera tal, que estoy en condiciones de afirmar que esta relación epistolar ha entrado en el túnel de la comunicación lineal, en la cual, yo soy el transmisor y usted el receptor. En la que –solo rigiéndonos por términos de superioridad del coeficiente- yo soy su maestro y usted mi alumno. En la que -rigiéndonos por términos de experiencia y capacidad para afrontar situaciones adversas- yo soy su padre y usted mi hijo.

Le suplico ya, tenga al menos la compostura, de sentarse, leer con atención y asimilar hasta donde pueda.

Su modo de justificar a Kant es en cierto punto inteligente. Usted planteó que “sobre esto no quisiera polemizar demasiado”, en un claro signo de desgaste ideológico e inferioridad racional en el debate. En el lunfardo lo llaman “abrir el paraguas a tiempo”. Me alegro que de a poco se empiece a dar cuentas de sus limitaciones.

No obstante, déjeme decirle algo que creo pertinente al contexto, para evitar reacciones fascistas que impulsan sólo un modo de interpretar al amor. Así como usted tiene su ética, yo tengo la mía, muy diferente a la suya (gracias a Dios) y un tanto más sociable, por cierto. Porque como diría Marx, no Karl sino Groucho, “Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”.

En fin, Cuevas, no todo es blanco o negro, también hay matices, hay grises en el medio. Usted es un extremista y eso es una postura que debe corregir. Se lo digo como su guía espiritual, su norte, usted anda naufragando por los mares oscuros de la no relación, a la deriva. ¿Qué pretende hacer con su vida?, ¿esconder la mugre debajo de la alfombra? Sinceramente se lo digo, me ha despertado una figura paternalista del hijo que nunca tuve (pero que no tardará mucho en llegar), mientras tanto, lo educo a usted.

A mi entender, está negado con la vida porque en estos momentos, está atravesando la segunda de las tres etapas de lo que Hegel definió como método dialéctico.

Veamos… creo que lo que usted está experimentando y que desconoce, es un avance por oposición. Tuvo un primer movimiento: el de enamorarse; pero se chocó con una contradicción: la de no ser correspondido y caer en la conclusión que la persona que usted creía de una manera era de otra.

Ahora bien, entiendo que si sabe abrir las ideas de lo que está viviendo, va a saber encontrar su superación, ya que esta dialéctica de la que me estoy jactando está basada en tres momentos: Tesis, antítesis y síntesis.

Volvamos entonces: usted se enamoró de una persona X, he aquí la tesis de la que Hegel habla, esa es una afirmación. Luego, sufrió un desengaño amoroso, al ver que su novia se acostó con otro y rompió su corazón, he aquí la antítesis, es decir: la negación, el momento en el que usted ahora se encuentra. Pues bien, le tengo una buena noticia, su siguiente paso es la síntesis o sea la negación de esa negación, lo que para el filósofo alemán era la filosofía.

Una vez que entre en esta etapa, indefectiblemente volverá a creer que las relaciones con el sexo opuesto deben sobrepasar la media hora y comenzará a fantasear con la idea católica de “hasta que la muerte los separe”. No se porqué, lo vislumbro de blanco frente al altar.

Sólo a modo de colación y para anticiparme a una posible respuesta suya, le voy a hacer la misma crítica que Marx le hizo a Hegel: “su filosofía es incompleta porque le falta praxis”. Sólo se queda en la teoría y la filosofía le exige algo más, le exige la solución a un problema que es palpable, que usted lo sufre.

Pero eso, Cuevas, sólo depende de sus ganas.

Hasta acá, mis observaciones paternales y educativas. Espero las pueda apropiar. Le vendría muy bien.

Saludos, Watson

Nota: Le adjunto su inscripción al programa de alcohólicos anónimos. Me tomé el heroico atrevimiento de inscribirlo ya que su afición al Martini no le permite caer en la triste realidad de un alcoholismo bastante avanzado para su edad y organismo.
El lunes a las 4 de la tarde tiene usted su primera reunión.

Nota 1: Sí, soy Bilardista

jueves, 23 de julio de 2009

ANARQUISTAS DEL AMOR (5° Parte)

Estimado Watson:

Acabo de recibir su última carta y noté con cierta alevosía y preocupación, que los estupefacientes digeridos por usted en este último lapso de tiempo, han alterado su ya cuestionable capacidad de comprensión de los fenómenos externos de modo irreversible.

¿Está usted enfermo o qué clase de antisemitismo experimenta?

Revindicar a Hume para establecerlo como ejemplo de traumas amorosos, es como usted dijo en su primera carta “pretender que un chapista nos explique la teoría de la relatividad”. Está mordiéndose la cola. Ahora las armas que en un primer momento le servían de batalla, se han vuelto en contra suyo.

Sus argumentos se ahogan en su propio vómito. Perdone mi postura, pero me niego rotundamente a reflexionar sobre tipos que priorizan los sentidos por sobre la razón, porque me parece que rebobinar en la evolución del pensamiento, no tiene -valga la redundancia- sentido alguno.

Además, no puede desprestigiar a la ética porque tamaño despilfarro atentaría contra Kant, que sin lugar a dudas fue el filósofo mas importante para la constitución del ideario de modernidad.

¿Con qué fin Watson? Si podemos comprender por nosotros mismos el mundo y poder progresar en la interpretación de la historia, el amor, la ciencia y lo que usted se imagine.

Pretender volver a concepciones de Hume es asimilar el mundo y sus relaciones en forma errónea, es creer que lo determinante en el acto de conocer las manifestaciones sociales son los objetos y no los sujetos, y eso habla mal de usted como paladín del amor, Watson. Porque de esta forma, está dando lugar a que se tergiverse su reputación dentro de las artes románticas, ya que con facilidad se lo puede acusar de que trata al sexo opuesto como un mero objeto.

Le hago aquí un paréntesis y aprovecho para dejarle un consejo: antes de cantar jaque mate, asegúrese de no descuidar al rey y mucho menos a la reina.

¡Bienvenido al idealismo trascendental! Sinceramente le digo, lo creía mas adelante en la historia. Con lo cual ya puedo vislumbrar otra segunda conclusión de nuestros intercambios epistolares: la convicción acerca del nivel de conocimiento que tiene uno acerca de otra persona es inversamente proporcional a la realidad.

El mundo, Watson, es una representación. Una idea en la mente del sujeto (al igual que las relaciones que un ser humano teje a lo largo de su vida) y todos los giros y las posibles consecuencias que de ellas derivan son lo que para Kant significaban los nouménos, es decir, todo aquello que no se puede conocer y que nos excede. ¿Ve por qué no creo en el amor?

Porque al no tener lógica se nos escapa de las manos, y en consecuencia, tarde o temprano terminamos afectados por las invariantes de las sensaciones que mortifican nuestra sensibilidad. El problema es que una vez que este conglomerado de frustraciones chocan contra uno, no hay ni espacio, ni tiempo que pueda ordenarlas, porque estas sensaciones ya se encargaron anticipadamente de desordenar nuestra capacidad de asimilación anulando toda posibilidad de emitir juicios (al menos de índole positiva). Dicho en otras palabras: nos noquea antes de que empiece la pelea.

Lo anterior, creo que en cierta forma grafica ese abominable panorama invasivo del que tanto le hablé. He aquí mi situación: las cosas me exceden y eso se ha sustantivizado en un descreimiento de toda relación que sobrepase la media hora con el sexo opuesto.

Luego de tamaña experiencia, lo único que le queda a un hombre como yo, es amoldar su estirpe a una ética del deber ser. Una ética deontológica donde intente fundamentar racionalmente las cuestiones de la moral. Es sólo un mecanismo de defensa y sobre esto no quisiera polemizar demasiado ya que tengo miedo a reaccionar de forma indebida.

Sabrá entender mis reservas, sólo expondré que internamente cada uno conoce sus instancias de tensión, que éstas merecen su debido respeto para lograr una autonomía moral que nos permita darnos la propia ley, que es la que va a regir sobre todas aquellas acciones que impulsemos en los distintos ámbitos que frecuentamos, con el único fin de obtener pequeños objetivos que nos hagan creer que flotamos bajo el auge de cierta victoria diaria, para poder ir a dormir con un nivel de tranquilidad aceptable en nuestras conciencias.

Creo que la gente que al pasar frente a una iglesia se persigna siente algo similar a lo que acabo de describir. El amor no es para cualquiera, sabe.

Al igual que Kant, soy un creyente en eso de que todos tenemos una máxima que gobierna el acto de la sensibilidad que antes le nombré, y que esa máxima es nuestro principio del querer. Es el imperativo que me ordena de manera categórica cómo debo obrar. Y en mi caso, ese principio me dice que no vuelva a confiar nunca más en una mujer. ¿Entiende?

Usted es platónico Watson, yo soy realista. No existe ni la democracia, ni la república, ni el amor perfecto. Desengáñese. Las cosas tienen movimiento y usted se está estancando por querer ser el fundamentalista de la utopía en el siglo XXI. El contexto no lo favorece e indefectiblemente termina construyendo castillos de arena.

En este sentido, Aristóteles tenía razón cuando aseguraba que la democracia era algo nefasto porque desembocaba Irremediablemente en la demagogia. Yo creo que al personaje que usted montó, le pasa algo similar pero en el amor.

Pero lo que más me preocupa es que esta ficción se lo devoró por completo y con ello su capacidad de distinguir las cosas, que es mucho más importante que verlas.

Déjele el trabajo de Cupido a Cupido, que por cierto tiene pedido de captura internacional.

Suyo, “Beto” Cuevas.

Nota: El vino es para maricones y gente sin clase.

Nota 1: Creo pertinente que sus citas de Sartre sean dejadas de lado ya que este basó su relación con Simón De Beauvoir en la honestidad y la libertad. Cada uno poseía independencia económica, sentimental y sexual. Nunca se casaron, nunca vivieron juntos y nunca tuvieron hijos.
Como lo ve, una relación inusual ya que ni usted, ni yo, pretende lo mismo en una pareja.

Nota 2: Sí, soy Menottista

Nota 3: Seguramente usted es Bilardista

domingo, 19 de julio de 2009

ANARQUISTAS DEL AMOR (4º Parte)

Cuevas:

Usted es un anarquista. Tenga cuidado con el consumo desmedido de alcohol que creo a esta altura, incrementó considerablemente la propagación de palabras sin sustento teórico y mucho menos, fundamento práctico. En la calle las llaman “boludeces”.

Además, y por otra parte, no quiero imaginar la cara que pondrían estos pensadores al ver con la desfachatez que usted los utiliza para ejemplificar una realidad que nada tiene que ver con lo que ellos conceptualizaron. Le pido un favor: no ponga palabras en la boca de nadie, mucho menos de filósofos de excelente reputación y reconocimiento. De esta manera se ahorraría papelones entre los cenáculos intelectuales que usted frecuenta.

En cuanto a su calificación de la nada como a aquellas aplicaciones que yo le hice sobre su estado, sepa que no puedo evitar esbozar cierto gesto de desagrado con sus principios. Después de todo, le estoy dando una mano que le permita enfrentar semejante panorama y yo no tengo la culpa de ser feliz y correspondido amorosamente.

Aun así, sería poco caballero de mi parte no entender lo triste de su situación y dejarlo sólo y a la deriva con lecturas inapropiadas y parciales de la realidad. Mi estirpe y mi estilo me exigen corregirlo.

Para empezar y no mezclar las cosas, le daré una de los conceptos claves para entender el por qué su novia actuó como actuó. Básicamente, usted no lo ve porque no puede abstraerse de su situación, no puede tomar distancia del hecho que tanto lo perturba y angustia.

La palabra “nada” que usted tomó para descalificar es la respuesta a todo y la que yo voy a tomar como carozo de este asunto. Y si como bien dijo usted “las cosas tienen movimiento”, entonces es indefectible pensar que lo que hoy se sostiene, mañana se deje caer. Por ende, si usted hubiese efectuado una lectura menos combativa de Sartre, se daría cuenta de que entre el tiempo pasado y el presente hay nada y lo que separa a este del futuro, es la misma cosa. O sea, nada por aquí, nada por allá.

Nada me asegura que un jugador compulsivo que prometió no volver a jugar en su vida, mantenga la misma decisión cuando el día de mañana vuelva a pasar por la puerta del casino. Entonces Cuevas, afrontemos la realidad y no la esquivemos, su novia ayer pensaba una cosa y hoy mantiene otra que seguramente mutará en otra con el debido paso del tiempo. No obstante, entiendo su angustia y su desengaño que son inseparables de estos procesos y que llevaran un tiempo considerable en digerir.

Le aconsejo –prudentemente- no mentirse a uno mismo porque de ese modo usted está actuando de mala fe e incurriendo en otros de los errores que Sartre advirtió.

En cuanto a Descartes, voy a tratar de ser lo más puntual y punzante que pueda. Si usted tanto se jactó de pensar para luego existir, si usted afirma a rajatabla que intuye y no deduce como hago yo, si usted capta inmediatamente la realidad cosa que yo parezco no hacer, entonces, debería haber advertido hace tiempo que su novia lo engañaba. Es evidente que usted se dejó guiar por su subjetivismo, y eso Descartes nunca se lo perdonaría. Usted Cuevas, es políticamente incorrecto.

Los sentidos nos engañan Cuevas, a usted se le pasó eso. Pequeño detalle elemental: a Descartes no.

Por otra parte y en pos de abrir su espectro filosófico que parece estar bastante percudido, le recomiendo leer a Hume. Es contradictorio que se lo nombre, porque el tipo confiaba en los sentidos y no así en la razón. Pero créame que es necesario tenerlo en cuenta.

Si lo hubiese hecho, desde mi humilde punto de vista, se habría evitado varios dolores de cabeza, ya que hubiese contemplado la posibilidad de que las impresiones sean más fuertes que las ideas. En consecuencia, usted no habría sido tan impulsivo a la hora de inmiscuirse en relaciones amorosas, porque hubiese tomado el recaudo necesario y actuado con precaución esperando que la idea que usted forjó de su novia sea confirmada por una impresión correspondiente. Hay veces en la que no se puede conocer lo que está más allá de la experiencia, ¿sabe?

Una cosa es tener la impresión de una buena mujer y otra muy diferente es la huella que confirma que eso que uno cree es así. Mi excelente estado matrimonial es el mejor de los ejemplos. Permítame ahora si, degustar el licor de la victoria con un soberbio “Jaque mate”

Lo saluda victorioso y danzante, un superlativo Watson.

Nota: Quizás con un Malbec sus consideraciones cambien por completo.

Nota 1: Métase la ética en el orto.

Nota 2: Seguramente usted es Menottista.

martes, 14 de julio de 2009

ANARQUISTAS DEL AMOR (3° Parte)


Watson:

No es ético. Sus lecturas y las distintas aplicaciones de las mismas rememoran en mi lo que el filósofo francés Jean Paul Sartre describió como la nada. Cuesta entender como alguien en quien uno busca un refugio, se atreve a cuestionar interpretaciones tan incuestionables como las mías. A uno lo invade de inmediato una profunda sensación de desesperanza ante tamaña muestra de egocentrismo. ¿Hasta qué punto piensa seguir con la tortura?

Su problema es que goza de un estable estado conyugal, pero créame que las cosas tienen movimiento. Usted ha perdido el sentido de la orientación en forma notable. De otra forma, ningún ser humano que se jacte de pensante en la faz de la tierra podría sufrir una separación entre razón y realidad tan significativa ante una verdad ocasional indeseada para cualquiera.

Seguramente, también, este siendo motivado a responder de esta forma bajo los efectos de la influencia femenina de su mujer, a quien no conozco, pero tampoco me gustaría hacerlo. Le dejo una advertencia antes de adentrarme en el profundo debate catedrático, -que ante su respuesta- me veo en la obligación de continuar para evitar que conceptos erróneos se propaguen como miasmas hacia el resto del mundo.

Aquí va: tenga cuidado con quien se acuesta. Uno nunca termina de conocer a la persona que duerme a su lado, básicamente, por la sencilla razón de que nunca nadie se termina de conocer a uno mismo, y la vida, es lo suficientemente corta como para querer comprender a más de una persona. Después no diga que nunca le avisé.

En cuanto sus lecturas filosóficas, déjeme decirle que puedo vislumbrar un tipo de razonamiento deductivo bastante familiar al silogismo aristotélico que tanto Descartes criticó. En conclusión, su forma de razonar elimina el conocimiento de raíz, ya que no me agrega nada nuevo. Con lo cual, me empiezo a replantear seriamente que me motivó a escribirle por primera vez. Supongo que el hombre en situaciones desesperantes tiene dos formas de actuar, la primera es reinventándose y la segunda es haciendo cosas estúpidas. Yo sin lugar a dudas, he optado por la segunda.

No obstante, como me gusta finalizar con la cosas que empiezo voy a continuar con el intercambio epistolar hasta que usted caiga en la cuenta que está manejando definiciones inciertas.

Al igual que Descartes, creo que la razón es la cosa mejor distribuida entre los hombres. Todos la tenemos, pero a la vez, todos la ejercitamos de distinta manera. En fin, usted deduce y yo intuyo. Yo capto inmediatamente la realidad, usted sigue pasos y por lo tanto no llega a conclusiones firmes. Recuerde lo siguiente: pienso, luego existo.

Una vez dicho esto, creo que estoy en condiciones de afirmar que esta discusión no tiene más sentido, ya que la historia y el desencadenamiento de los hechos me han dado completamente la razón.

Ahora puede usted, tranquilamente, dedicar su vida a medicarse y a enviudar.

Muchas gracias.

“Beto” Cuevas

Nota: En cuanto a su lectura de Nietzsche, solo me delimitaré a decir que este tipo estaba loco y que, como tal, no puedo ser ni juzgado, ni tenido en cuenta. Sería poco serio.

Nota 1: Le regalaría mis discos de jazz, pero no estaría seguro que pueda usted llegar a comprenderlos.