miércoles, 24 de febrero de 2010

FRANCISCO, EL MATE Y LA TORMENTA POTOSINA


A 4.800 metros más cerca del cielo, las tormentas bolivianas generan en uno la sensación de que es carne de cañon en el medio del Coliseo Romano, esperando a un gladiador rival que es banca, la juega de local y que tarda en salir para que el ambiente te ponga nervioso.
Muy turro.

Claro que después, el viento te tira el mate y todo -incluido ese estado- se va al carajo.

Potosí, enero 2010.

lunes, 15 de febrero de 2010

ESTO VA A DOLER, SOLEDAD


La primera vez que te vi, Soledad, mi razón se pidió un taxi. En realidad no fue la primera, fue la segunda. La primera fue en ese cheboli de La Plata. Vos estabas hablando con un flaco sobre una barra y yo te miré y nos miramos. Y después hiciste ese juego que hacen la mayoría de las mujeres para demostrar interés. Mirabas hasta que lograbas que te mire, para en ese preciso instante –como si tuvieras un radar que te alarme que te iba a ponchar- correr la vista hacia otro lado, o en su defecto, dejarla suspendida unas milésimas de segundo más, para que yo creyera que la torpeza había sido causa y efecto de la seducción y no un mero artilugio buscado, que es lo que era en realidad.

La segunda fue la vencida. Vos bajabas las escaleras de la facu de derecho y yo perdía tiempo mirando libros y calculando el momento exacto en que pasarías a mi espalda para llamarte por tu primer nombre. Calculé bien, vos sonreíste y entonces fue en vano. Quedé pegado a tu radiador, Soledad, y donde todos veían barro, yo veía agua. Y mientras todos sembraban bombas, yo enseñaba a pescar. Y fui 67 kilos de músculos y huesos ejerciendo la contracultura del zapping amoroso en tiempos donde se coje como conejo.

Pero según alcance a escuchar por ahí, dicen que no es recomendable sublevarse por utopías en tiempos posmodernos. Lo escuché tarde, cuando entendí que lo propio del plan es que falle y que empujar solo contra lo impuesto era una empresa que siempre traía sus consecuencias. A saber: alguna hernia de disco y la inmejorable lección de que los buenos solo ganan en las de ficción.

¿Viste alguna vez por Animal Planet como cazan los cocodrilos? Te explico, no van en busca de la presa, se quedan ahí, en el agua, quietos, inmóviles, petrificados, esperando que el bicho gane la confianza necesaria y se acerque a ellos, para en el momento en que el diámetro sea preciso al radio de su boca, abrirla y entonces: hello victim! Se finí. Terminan despedazándola con la fuerza del cuerpo y good show.

Voy a lo siguiente: a veces creo que vi el mismo peligro y lo ignoré. Fui con esa convicción milenaria, cantando el himno en fila india hacia el hermoso caos y con una sonrisa estampada en la boca. Capishe? Y cuando todo era tarde y la manzana estaba rodeada, no quedo otra que bailar el tango que ocultamos mejor, del que preferimos no hablar.

Cosas que ocurren, Soledad.

Debe ser que hoy ando melanco y leí a Gandolfo y un cuento me hizo acordar mucho a vos. También, quizás, que mientras escucho la canilla del baño gotear con recalcitrante insistencia, sienta la impostergable necesidad de que todo se repita de nuevo para vivir de forma intensa, y a cualquier costo, un presente que alguna vez creí eterno.

Dicen que los fantasmas se dan una vuelta por el mundo de los vivos cuando dejan asuntos pendientes o se olvidan algún objeto de importancia. Yo no sé si para vos era muy importante la higiene dental, pero yo no tengo ningún inconveniente en devolverte tu cepillo, si me prometés que pactamos una amnistía. Al menos hasta que el chapista me ensamble con buena gana y la imagen del futuro no se vea tan pixelada.

Qué te voy a contar... Gimme shelter, Soledad, que ya aspire mucha mierda y no hay fraude bíblico que me sobe el lomo.

Mientras tanto, te espero acá. Quieto. Inmóvil. Petrificado. Aguardando que el diámetro por donde asomes el hocico sea compatible al radio de mi boca. Con la mesa servida, claro. El tai chi de la escritura y la razón que a esta altura del partido debe ir por la concha de la lora.

lunes, 8 de febrero de 2010

VOLVEEEERRRR


Volver es siempre conflictivo.

Sobre todo cuando se vuelve de Bolivia, donde las rutas y los policias se encargan de hacerte sentir como el enganche que corre con la pelota en la mano a patear un corner de espaldas a la popular visitante...

Sacando eso -o pese a eso- Bolivia te deja estupefacto.

Así que pido un mini break para armar el rompecabezas del altiplano. De acá en adelante, prometo -y yo no soy hombre de palabra- publicar aquellas historias y postales que guardan relación con el viaje, y otras cosas que surgen cuando uno se aleja de casa y logra poner la mente en esos estados de observación instrospectiva.

O algo parecido.