martes, 9 de junio de 2009

CHARLANDO CON JOE TROMPETA


Tocó con Sumo, con Las Pelotas, con Divididos, Charly García, Los Piojos, Los Ratones, Los 7 delfines, Los Caballeros de la Quema, Sui Géneris, entre otros. Trabajó con Castello, Bonadeo y Pettinato, Escribió en la TXT. Grabó discos que fusionan jazz y funk, el último de ellos “Bell Vill”, junto a “SuperChatarraEspéshal” recibieron el premio Gardel como mejor disco de jazz. Está por editar tres libros y actualmente conduce su programa en la Rock and Pop y a la noche hace radio junto a Dolina. Entre tanta vorágine, se hizo un tiempo para esta entrevista.

"Soy un cantante de jazz de protesta"

Tácticamente hicimos bien: fuimos dos. Sobre la calle Freire al 900 hay olor a productora y a radio, también hay varias 4x4 y seguridad privada y gente que transita por los medios. Está Elizabeth Vernaci que mientras monta con su hijo a la camioneta, organiza para juntarse con su equipo de radio para festejar quién sabe qué, en algún bar de Plaza Serrano, está Humberto Tortonese, con su pelo largo intacto y Gabriel Rolón con una mochila a cuestas. Son las siete y cuarto, y adentro, en los estudios de la Rock and Pop que se conectan con La Metro, está girando Falso Impostor, el programa que desde 2008, Gillespi lleva delante de 19 a 21 junto a personajes como Alfredo Rosso, Pepe Terminiello y Enrique Symns. Sabemos que es así por el horario y porque en el mp3 de Ignacio retumba la inconfundible voz de Joe Trompeta.

La cita era a las 9 de la noche y ahora que lo pienso bien, creo que exageramos un poco con eso de estar una hora y media antes de lo acordado. Colegiales tiene su microclima instalado, con algunos bares estratégicamente puestos cerca de la radio y hacia uno de ellos vamos, con el único fin de acelerar el paso del tiempo y pulir lo que teníamos en la cabeza previo a la entrevista. Una cerveza bastó para que sean cerca del horario acordado y retomemos el camino hacia la radio. Una vez ahí, nos sentamos sobre dos sillones y clavando nuestras miradas sobre un televisor postrado en TN, nos dedicamos a desengranar cómo en el Congreso se trataba la urgencia de adelantar las elecciones y se le pedían explicaciones a un senador kirchnerista por las interferencias que habían sufrido las señales de Artear en alguna provincia que ya no recuerdo.

En eso estábamos, cuando un tipo de anteojos y rulos baja por una escalera y desliza un soberbio “¿Estos son los dos periodistas que me estaban esperando?, ¿No había otros mejores?”. Nos miramos entre nosotros y nos damos por aludidos. Es lo que hay.
La hacemos afuera, sentados por ahí, sugiere Marcelo Rodríguez mientras termina de saludar a personal de seguridad y dispara una broma. En efecto, ahí estamos, en el ecosistema barrial que propone colegiales, con un reporter y dos morrales, con gente que nos pasa por al lado indiferente. Con Enrique Symns y sus canas al viento saludando a Gillespi por nuestras espaldas, con un tipo que nos escucha mientras le contamos que de que trata la revista nos pide que le alcancemos una y que nos empuja a estrellarnos contra lo impuesto, como alguna vez hizo él cuando comenzaba en esto y justamente es ahí, cuando Ignacio se abalanza y escupe una pregunta acerca de la identidad.


¿Cómo fue Marcelo Rodríguez antes que Gillespi?

Era un tipo inquieto. Eso es fundamental, ya tenía el bichito de que quería laburar en este tipo de cosas. Me orienté para el lado de la música porque es mi pasión. Tuve la suerte de conocer a Roberto Pettinato en los años 80. “Petti” era muy emprendedor, es un tipo genial y haberlo conocido y compartir experiencias como músico me facilitó mucho las cosas.
Cuando “Petti” empezó a laburar en los medios yo era su amigo, éramos muy pegados en ese momento y el mismo me llevó, me arrió a las cosas que el hacía con funciones de guionista por ejemplo.
Así arranqué en el ’91. Laburamos juntos en distintos proyectos hasta el ‘98. Después cada uno emprendió su camino.
Se tarda un montón de tiempo en poder tener una soberanía en lo que vos querés hacer. Hasta hace pocos años laburé en proyectos de otros, compartiendo mesas de trabajo en la radio, programas a los que me invitaban a participar pero no eran exactamente lo que yo quería hacer.


Tenes un humor muy particular, difícil de encasillar, ¿cómo lo definís?

Mi humor es un humor de observación, no es un humor libreteado, no es un humor de remate típico. Lo mío es simplemente observar y poner el ojo en esas cosas que son costumbristas de la vida cotidiana. Pasa por ahí.
Es el humor del tímido, que no habla en una fiesta y es el más hijo de puta porque está mirando todo desde afuera
Referentes humorísticos no tengo. Me gusta mucho Groucho Marx, pero tampoco me fumé todas sus películas, me gusta sus frases sueltas, me gusta su autobiografía “Groucho y yo”. Pero tampoco es un referente.
Pueden serlo Capusotto, Alberti, Casero, Mex o Roberto Pettinato que son todos amigos, ese club es el que a mi me copa y en el que me siento un poco allegados a ellos. Pero si me preguntas, por tipos clásicos como Alberto Olmedo te digo que no, “Pepe” Biondi, “Tato” Bores, lo mismo: no. No tengo influencias muy marcadas en ese aspecto.


Sos un exiliado de la TV. ¿A qué se debe tu alejamiento y la desaparición de personajes como Aníbal Hugo y San Felipe?

La tele no me copa. Lo que tiene de bueno es que paga muy bien, el tema económico es zarpado, pero el medio televisión de aire, lo que estamos acostumbrado a ver, no me gusta mucho.
Aníbal Hugo y San Felipe, básicamente son prolongaciones de mi personalidad. Yo los maté a esos personajes en el sentido de que no quería quedar atrapado tipo Eber Ludueña. O sea, quería proyectarme como mi propia persona y siempre tenes esa tentación que viene de afuera que te proponen hacer esos personajes. Fue una cosa que a mi me divirtió mientras lo hice pero no quería explotarlos demasiado


Sencillo. Gillespi habla de su presente mientras en una especie de tic nervioso acomoda sus anteojos cada dos por tres y gesticula con sus manos. Frente a él, intercambio el reporter de mano hasta que la que lo sostiene se cansa. Ignacio permanece inmutable, sentado en los escalones a la derecha del entrevistado. El hombre en cuestión, estudió psicología un par de años y dejó. Sentía que su verdadera vocación era la música. Aparentemente no se equivocó aunque sostenga que para él, no toca tan bien la trompeta.
“Nadie sabe lo que es tocar la trompeta”, asegura. “La trompeta es un instrumento que lo inventaron en el 1900, estamos en el 2009 y no hay una trompeta que toque sola. Es el mismo instrumento y te lo bancas así o nada, trabaja con la musculatura de la boca, que a los tres días no las tenés más, por lo tanto la tenés que tocar siempre y es muy sacrificado. Nadie sabe lo que es tocar la trompeta, el que toca el piano toca con un hueso, en cambio, la boca es un pedazo de carne que no tiene ni forma y que vos lo tenés que templar como si fuera un dedo”.
Metódico. Dispara un par de palabras después de cada pregunta, sostiene la cabeza con la mirada perdida y las cejas levemente levantadas, se toma un tiempo para pensar lo que va a decir y continúa ampliando lo que en un momento parece a tientas y oscuras, una respuesta concisa a la pregunta.


Sos de alternar monólogos de humor con música ¿Eso viene de la época tuya donde recorrías escenarios con Sumo o apelas a la espontaneidad?

Es una forma de hacer más llevadero el concierto. Cuando uno enfrenta un concierto de música instrumental afronta una cosa que puede llegar a ser un plomo infernal para la gente, incluso, para uno. Entonces por ahí tocamos tres o cuatro temas instrumentales, con solos de un músico o de otro y de repente se torna un plomo y ahí es como que agarro el micrófono y empiezo a deformar con lo que me pasó. Se me ocurren cosas que observé en el pueblo en el que estoy, de cosas que leí de repente en el diario, improviso un monólogo que toma ribetes de stand up sin querer. Se torna una situación humorística que la desarrollo hasta que da, hasta que me retorna las ganas de seguir tocando, de seguir escuchando a mi banda y ahí empezamos a tocar tres o cuatro temas al hilo y vuelvo a hablar, pero es muy espontáneo, no lo tengo planificado.
Lo que me saca los nervios es esa cuestión, es romper esa barrera con el publico que esta ahí. Cuando yo rompo eso y ya hay comunicación se me van los nervios porque es como estar hablando con ustedes pero con 200 o 300 tipos. Es la misma situación.


¿Cómo definís a tu banda, mas cercana al jazz o al funk?


Mi banda es una banda de músicos que tranquilamente pueden tocar jazz a muy buen nivel, pero el líder es medio rockero. Yo escuche más a Spinetta que a Louis Amstrong. Y escuché mas al rock nacional o el rock sinfónico, Pink Floyd que el jazz.
Entonces tengo una información cruzada. Muchas veces a mi me dijeron vos sos el mas rockero del jazz y el mas jazzero del rock. Estoy medio en ese lugar raro.


Trabajaste con Castello, estás con Dolina, el programa Falso Impostor va perfecto, la banda genial, ¿qué proyecciones estas planeando? ¿Cómo te sentís hoy?

Son personas que yo idolatro, soy fan de ellos, fue un gusto laburar con Adolfo Castello, fue un gran satisfacción personal y profesional. Yo tengo la suerte del que me llama a mi a laburar ya sabe quien soy y eso te tranquiliza un montón, es como que no tenes que dar el examen de ingreso entonces eso ya a mi, no me genera nervios.
Después, este año voy a tener varias apuestas mías que no son nuevas. Van a ser tres libros que ya lo tengo escritos y entregados a las editoriales.
No es fácil encontrar la editorial justa porque es como una novia. Son tres libros muy distintos, dos salen en este año y el otro sale en el 2010. Los tres salen con editoriales distintas, con lo cual todo es una deformidad.
A través de Enrique Symns, conocí a la gente de editorial Cuenco del Plata que es una editorial de libros más artísticos que sacaron sus libros. Uno es acerca de mi vida musical -anécdotas de la época de Sumo, del rock, del jazz, conversaciones que grabé con músicos en las que conversamos de cualquier temática - es como una especie de blog, pero convertido en un libro de mi vida musical. Ese sale primero.
Después sale la biografía de Narciso Ibáñez Menta que la escribí con un amigo y que trata la vida de un personaje, actor y creador de criaturas terroríficas. Ese sale en octubre por El Corregidor.
Después en el 2010 saco un libro con Editorial Planeta, que es un libro de reflexiones mías pero de humor, de cosas que nos pasan, todavía no tengo el título. Son cosas de la argentinidad, de lo “tilingo” que somos nosotros, de la sociedad en la que vivimos, los caretas, tiene reflexiones acerca de los medios, acerca de Tinelli, pero es un libro de humor, muy satírico, muy irónico.
También estoy sacando un nuevo disco a mitad de año y voy a tener que hacer un montón de presentaciones con mi banda.


¿Va a estar Gustavo Cerati ahí, no?

Al final no va a estar. Mirá, con Gustavo tuvimos una negociación porque tengo buena onda con él y él tiene buena onda conmigo. Tenemos una afinidad, una especie de buena amistad que surge a partir de que el escuchó un disco mío “SúperChatarra” y me hizo unos comentarios muy buenos. A Cerati yo ya lo tenía clarísimo.
Después en el año 2000, lo llevé a tocar a “Fútbol de Primera” sólo con la viola y ahí pegamos más onda. Después me invitó a Córdoba a ver a Soda Stereo y fui, y terminamos tocando en River con Soda. Surgió la posibilidad de que lo entrevistara acá en Rock and Pop, y él me dijo “lo único que nos falta es grabar algo juntos”, me lo dijo así, al aire y yo le dije “bueno loco, te tomo la palabra, vamos a grabar”.
Nos juntamos en su estudio hace un tiempo y nos destapamos una botella de vino y después nos destapamos otra y no grabamos un carajo. El me empezó a mostrar los temas nuevos que estaba grabando, y nos empezamos a colgar. Le empecé a mostrar mis temas, nos pusimos a hablar de un montón de cosas ¡y era el día que teníamos que grabar! Se hicieron como las cuatro de la mañana y no dio.
Fue a fin de año, él en enero ya se iba a Punta del Este con los hijos y la novia. Y yo en un ínterin metí todas las violas con otro violero, no de mala onda, porque tenía a Baltazar Comoto que es mi guitarrista. En todos los huecos que iba a grabar Gustavo, metió violas Baltazar y quedaron buenísimas y ya dije, “bueno loco no toquemos esto, déjalo así y yo me arreglaré con Gustavo, haremos algo en otro momento”.


¿Qué te pasa cuando tenes que entrevistar a personas que admiras como en el caso de Spinetta? ¿Cómo logras separarte de esa admiración?

Es difícil, porque uno tiene que vivir la vida de una forma genuina. Yo no me puedo hacer el canchero con Spinetta, no es honesto de mi parte. Yo siento una gran admiración por él y la entrevista está hecha desde ese lugar. Yo alguna vez le dije “Loco, pero vos sos Spinetta” y el me dijo “pero vos sos Gillespi”. Pero yo no soy Gillespi, él es Spinetta. Yo no soy fan mío, yo no me la creo de mí porque yo soy un tipo común y desde ese lugar le hice la entrevista.


Hay un tema tuyo que se llama Sr. Méndez y es una crítica al menemismo, pero la gente no lo entiende porque es instrumental ¿Cómo es una crítica a alguien desde lo instrumental?

Fue ese el móvil del tema, lo que me llevó a componerlo. Fue el menemismo que me parecía un cambalache. Menem me parece un ser cambalachesco, ni siquiera me atrevería a decir que es un hijo de puta, porque en realidad es un emergente del país que vivimos nosotros que es todo así, o sea, yo no sé qué tan malo es, más que Macri o más que tantos que están dando vueltas y que la gente los vota. En ese momento me parecía un delirio el Menem que estaba con los Rolling Stone y que después va a jugar al básquet.
Es un tema que es una cosa cambalachesca, es medio grotesco, desde la melodía, es un tema para Menem que en mi material paso desapercibido, que no se sabe, no se transmitió esa idea ni en pedo, y no me acuerdo en que concierto lo dije públicamente y la gente se cagaba de risa como si estuviera contando un chiste. Entonces digo “pero muchachos soy compositor de jazz de protesta”. Causó gracia y quedó así.


¿Por qué no se consiguen tus discos?

El disco es un reflejo de un momento, al igual que los conciertos. Yo hago esas cosas movido por una energía muy infantil. Yo hice una Trastienda hace poco, antes de fin de año y se agotaron las entradas y mi manager decía “Hagamos diez mas”. Pero yo quería tocar una sola vez, porque tenía un montón de obligaciones y me pasa lo mismo con los discos. Como soy independiente y soy mi propio dueño. Ahora este nuevo disco, sale por Sony, que es una gran empresa y ahí surgió ese tema: "por qué no reeditamos, ya que todos los discos son tuyos, contractualmente no estas ligado a nadie, por qué no agarramos, aprovechamos y sacamos todo lo anterior por Sony, con una buena distribución”. Y lo estoy evaluando. Es muy posible que ahora se consigan todos y si arreglo eso, van a levantar una baldosa y van a salir tres discos míos.
La verdad es que me colgué. Es cierto que mucha gente me dice que los discos no están, pero también están pirateados o por Internet.


¿Te jode que aparezcan discos tuyos pirateados?

Es ridículo. Mirá, Piaget decía que la inteligencia es el poder de adaptarte a las nuevas situaciones, o sea, si yo me quedo aferrado, abrazado a un compact diciendo “esto no se puede duplicar”, soy un estúpido. Evidentemente no me adapté a los nuevos tiempos, con que haya un cd hay diez millones a los dos minutos.
Yo creo que el gran dilema de este momento de la industria discográfica, es justamente como se puede superar esta situación. A mí, en lo personal, no me preocupa para nada, porque no te la voy a caretear y hablo en nombre de todos los músicos, los músicos ganamos plata tocando.
En la piratería el que más pierde es el sello discográfico, el artista no.
Porque si Bersuit se piratea diez millones de discos, lo van a ver diez millones de tipos a River y se la ganan toda, el que pierde es el sello que le banca 200 lucas en un disco a Bersuit que no la va a ver nunca más, que les financian una producción fabulosa y que no la recuperan.
Al músico la piratería no le genera una perdida, lo que pasa es que todos los músicos se solidarizan con su sello. Porque el sello va y te pone 200 lucas y te dice “loco te la estoy poniendo mía viva y el disco al otro día está en Internet, teneme un poco de onda”. Entonces el músico sale y habla y se pone en contra de eso.
En realidad uno gana el 10 por ciento de lo que vende el disco. Te lo digo corto y sin pelos en la lengua para que quede claro. Yo con “Bell Ville”, gané dos pesos por disco y vendí 5.000, gané 10.000 pesos y a esa suma la gano en una Trastienda y es un laburo infernal hacer un disco.
En cambio, voy a la Trastienda, entro con la trompeta, digo “Hola, que tal” y dame la plata. Nada que ver. Por eso es que no me calienta la piratería de discos, yo los regalaría, yo pondría una mina en minifalda con una remera que dice “Gillespi” acá en la esquina y regalando compacts. No los cobraría nada a los discos, porque es publicidad que te permite hacer un nuevo show, con nuevos temas y económicamente eso es lo que te rinde


Tuviste la suerte de tocar con muchas bandas y músicos ¿Con quién te gustaría tocar?

Sabés que no pienso de esa manera. Yo no quiero tener como el tipo que se dedican a la caza mayor, la cabeza de Ricardo Mollo, de Charly.
Yo tranquilamente puedo disfrutar de Charly sin tocar con él. No tengo esa cosa de ego, de que necesito tocar con alguien porque me falta esa figurita. Del exterior no me gustaría tocar con nadie. No me interesa. Dejame tocar con mis músicos que son unos divinos.
Ojo, soy un admirador de un montón de grosos de acá, me gusta Charly, el flaco Spinetta, me gusta el Indio, me gusta Andrés, me gustan Los 7 Delfines, me gusta Divididos, Aznar me parce un músico increíble, pero la verdad es que no tocaría con nadie de ellos. Si me voy a primera fila a verlos tocar, pero no necesito tocar con ellos, incluso, la mayoría son unos histéricos insoportables...


Es redundante definir a Gillespi, es partir de lo simple, sin vueltas. Es ir a buscarlo afuera del Paseo Colón y acordar un encuentro. Es saber que el tiempo que se invierte en la espera da sus frutos, es estar frente a alguien que mantuvo sus convicciones, frente a alguien que le compró su primer trompeta a un corista de Iglesia para ir a buscar a Pettinato y salir a tocar con Sumo hace veinte años atrás. Sin intermediarios, ni agenda.
Afuera empezaba a refrescar, suponíamos que el final se acercaba y era saludable hacerlo. La entrevista debía tener una resolución de veinte minutos. Había pasado casi una hora y después de apagar el grabador, seguíamos charlando. Intercambiamos opiniones del estado de los medios de comunicación en la actualidad, de cómo se fueron cerrando las puertas, de la necesidad de reinventarse en tiempos de crisis, de creer en lo que uno hace y hasta de su remera de Miles Davis.
Sobre Freire nos partimos en dos, él por un lado e Ignacio y yo por otro. Nos fuimos masticando alguna consideración final que terminamos de digerir –o no- en una pizzería de Colegiales. Esas cosas que quedan grabadas en las retinas e incisuras y que llevan impresas la estirpe de anécdota y que como se sabe, es más rica si se cuenta en un asado con amigos.
Nos colgamos dice Gillespi y eso bastó para definir todo.

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