martes, 11 de agosto de 2009

ANARQUISTAS DEL AMOR (9° Parte)


Estimado Watson:

El mundo quiere guerras. Luego de una interminable lista de fracasos amorosos caí en la cuenta de que implícitamente, el amor es la mejor excusa que busca un hombre para emborracharse con el whisky más caro.

También entendí que pretender convencerlo sobre mi postura trágica de eso que llaman amor, aparte de un acto de estupidez, es una herejía digna de hoguera. No soy quien para meterme en la vida ajena y mucho menos indicarle cómo debe pensar. Detesto los fascismos y la unilateralidad de los puntos de vista, así que no pienso continuar una discusión de tintes interminables y totalitarista. Me retiro de la misma.

Prefiero quedarme en mi soledad, con un libro en casa, con un Martini, con mis discos de jazz, con el Mauser en el cajón y sólo salir a respirar las mugres de esta sociedad para satisfacer los bajos instintos.

Llámeme anarquista, budista, talibán, misantropito, blasfemito, políticamente incorrecto, genio o loco, lo que quiera. Si hay algo que aprendí es que somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros y que exigirle fidelidad a alguien es coartar su libertad. Y nadie es digno de eso.

Me quedo con los momentos selectos que supe vivir, con las confirmaciones esporádicas de amor, que sólo pueden ser catalogadas así, si son efímeras, porque el amor para siempre no existe. Es causa y es efecto.

Nada es lo que parece, somos almas destrozadas, ocultas tras un infartante escote y una camisa de marca. Mutilados. Desengañados. Hechos un asco. Todos los orgasmos que recogemos forman parte de un cúmulo de vivencias pasajeras y estúpidas para justificar nuestro paso por la tierra bajo un encadenamiento de sucesos viriles y amorfos de emociones sin sentido alguno, más que saciar el instinto animal que todos llevamos dentro.

El amor esta bastardeado, devaluado. El odio es el euro de estos tiempos. La industria armamentista crece a escalas insospechadas. Siempre fue así, pero los ilusos (entre los cuales alguna vez milité) hacen un esfuerzo sobrehumano para que la miseria no se note. Es notable el trabajo que realizan, sólo que la mierda humana es tan grande que nunca alcanzan las acciones que se levanten para taparla.

No obstante, les deseo lo mejor. Ojalá el desengaño los madrugue pasado los 80 años de vida, ojalá se vayan a sus tumbas sin haber conocido la verdad. A veces, conocer y razonar no es tan bueno.

Empiezo a creer que el amor incondicional, el verdadero amor (si es que existe) es aquel que propagan las madres y que es tan fuerte porque en cierta forma es una extensión del egoísmo, de saber que ese hijo que crías estuvo dentro tuyo, que te pertenece de verdad, naturalmente.

Todo lo demás nos es ajeno, la mujer que duerme a nuestro lado, nuestra amante, nuestro perro, la rubia que cruzas cada vez que vas al trabajo, el ejecutivo que nunca te invita a salir, son meras masturbaciones mentales de eyaculación precoz.

Confirmado Watson, por primera vez en este intercambio epistolar le voy a dar la razón, soy anarquista.

No reniego por ello, es la suerte que me tocó. Aquellos que caminan de la mano de sus novias, -entre los cuales estará usted-, seguramente son más felices que yo. No los juzgo. Sólo que los veo como a esos niños que juegan en las plazas, que se ríen en los velorios, que gritan en los hospitales desconociendo el mundo ajeno: siendo cómplices casuales del entorno y futuras víctimas del sistema. Están felices porque todavía no les llegó el tiempo.

Es libre Watson, yo soy libre, su mujer es libre, mi ex es libre, el tipo que se acostó con ella también lo es. El problema es que cada relación deja a cuestas una carga en la conciencia que es muy difícil de sobrellevar y que curiosamente por naturaleza humana -o lo que sea-, nadie quiere alivianar; ni siquiera aquellos que impunemente la dejaron. No obstante, la vida es cíclica, nosotros también hemos dejado el mismo peso sobre otras espaldas, y casualmente, cuando el tiempo o la persona nos demandan pagar por los destrozos ocasionados, sigilosamente agachamos la cabeza y miramos para otro lado.

Basta ya de filosofía, que bastante tengo con la mía.

Lo dejo en paz. Atentamente, “Beto” Cuevas.

Nota: Ahora que lo pienso mejor, este Nietzsche no estaba del todo loco.

Nota 1: Saludos a su mujer.

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