martes, 18 de agosto de 2009

ANARQUISTAS DEL AMOR (Última Parte)

Cuevas:

Estoy destrozado. Hace unos días, por la mañana, me levante sólo, un tanto apesadumbrado pero sin motivo alguno –hasta ese momento- aparente.

Para mi extrañeza, una carta –no suya- ocupaba el centro de la mesa ratona del living de mi casa. Por un momento especulé con que sea el ABL o cualquier otro impuesto. Pero para mi asombro, dentro del mismo encontré la siguiente afirmación:

“Me voy. Sé que no es la forma ni el momento correcto para hacerlo, pero hoy más que nunca necesito cambiar de aire y tener la posibilidad de vivir otra vida que no puedo vivir al lado tuyo. Espero que algún día puedas entenderme y quizás otro (en un futuro no muy lejano) perdonarme”. “Fui muy feliz a tu lado, pero debía hacerlo. De otra forma, no me lo hubiese perdonado nunca, ni en esta vida, ni en la que viene”

Hasta siempre, Angélica.

Se fue, Cuevas. Me dejó. No se por quién, por qué cosa o motivo. Sólo hay una certeza: La que era mi mujer se fue. A partir de ese instante, mi vida se ha vuelto un caos.

Le escribo por necesidad y porque el destino nos ha hermanado en la desgracia. Además para retractarme por mi tono elevado en estos intercambios epistolares y porque no, también, -aunque me duela- para darle la razón a sus razonamientos que en otro tiempo supe cuestionar.

Entiendo –hoy más que nunca- que es necesario y vital volver a replantear el punto de partida entre las relaciones de dos seres de sexos opuestos.

Alguna vez, el antropólogo francés Lévi-Strauss dijo que el encuentro de los sexos es el terreno en el que la naturaleza y la cultura se enfrentaron por primera vez y que eso fue el puntapié inicial para el origen de toda cultura sobre la faz de la tierra. Pues bien, no me sorprende que el mundo esté como esté. Las cosas se han hecho mal desde un principio e indefectiblemente ya es muy tarde para volver atrás.

Todo este tiempo en el que he permanecido anestesiado y flotando bajo las hoy miasmas del ecosistema conyugal, no me ha permitido ver con claridad lo que ha estado sobre el tapete del asunto.

Releyendo al sociólogo polaco Zygmun Bauman entendí que de todos los impulsos naturales del ser humano, el deseo sexual ha sido históricamente el más irrefutable, obvia y unívocamente social. Lo padecemos todos y casualmente todos necesitamos de otro para llegar al nirvana. El vértice que se nos escapa es que no todos estamos preparados para afrontar la condena que significa saber que la persona que anteriormente creías única, puede transformarse en el peor de tus enemigos, en el peor de tus verdugos y vas a tener que convivir con la idea de que esa otra mitad que te hacia completo, es la que hoy te condena.

En efecto, hoy no tengo más que rendirme al futuro que alguna vez supo vaticinar. Mi relación vivió fluctuando entre el mejor de los sueños y la peor de las pesadillas con el agregado que nunca podemos advertir cuando se trataba de una y cuando de otra.

Alguna vez, el Heidegger argentino, Ringo Bonavena, dijo que la experiencia era el peine que te da la vida cuando te quedabas calvo. Hoy, la frase reflota con más vitalidad que nunca. Como sostuvo el filósofo alemán, las cosas se nos revelan a la conciencia solamente a través de la frustración que generan cuando las mismas se comportan arruinando lo que se creía que rozaba la perfección.

Angélica y su ex, no han hecho nada inusual, Cuevas, sólo que nosotros las amábamos de una manera tan especial que llegamos a colocar la relación en el escalafón más alto de nuestras prioridades y la satisfacción que esperábamos de las que creíamos nuestras medias naranjas, fue inversamente proporcional al sufrimiento que en la actualidad debemos padecer.

El sexólogo alemán Volkmar Sigusch supo decir que todas las expresiones y metamorfosis de relaciones íntimas en pleno auge llevan consigo la misma máscara de felicidad que en otro tiempo llevó el amor marital y luego el amor libre; y que en cuanto nos acercamos a ella y empezamos a quitar esa máscara, nos encontramos con anhelos insatisfechos, nervios destrozados, amores desengañados, heridas, miedos, soledad, hipocresía, egoísmo y repetición compulsiva. A partir de hoy, yo soy uno más del club.

Quedo a la espera de un guiño de ojo de su parte frente a este presente destructivo y con la expectativa de conformar el ejército nacional de anarquistas del amor, en pos de revindicar aquellos corazones víctimas del parricidio amoroso de mujeres despechadas y sentimentalmente intermitentes. Para que duela menos, cada día más.

A su entera disposición, Watson.

Nota: Creo que es el mejor de los momentos para reafirmar lo que Marx dijo hace mucho tiempo: “la historia se repite dos veces, primero como tragedia y luego como parodia”.

Hasta acá llegó mi amor.

1 comentario:

ID dijo...

se cierra un ida y vuelta adictivo.
Cuevas tenía razones. O la experiencia de Ringo.Watson las encontró.
Aunque ambos tienen una visión apocalíptica, negativa del amor...
por eso, claro, serán anarquistas...
para mi fue de lo mejor del blog. lejos, sinceramente.
y me voy suspirando-pensando, aunque no esté de acuerdo en varios pasajes con estos muchachos, sin dudas, detentan la razón.
por eso...se quejan del amor. el amor es la pelusa del durazno, viejo! en dosis infinitas, claro.
brillante...!